“Chicos buenos” es, en su esencia, una película sobre la pérdida de la inocencia, un tema recurrente en el cine adolescente, pero que esta entrega de Jaume Busquets se siente, paradójicamente, un tanto desmarcada y con una amargura que quizás no se esperaba. La película, ambientada en un pequeño pueblo catalán, se centra en el desafortunado incidente que desencadena una serie de eventos que sacuden la vida de tres amigos: Alex, Marc y Gerard. Su insensata decisión de quitarle el control a un dron, aparentemente insignificante, se convierte en la llave que abre una puerta a un mundo de consecuencias imprevistas, marcado por la curiosidad, la imprudencia y la búsqueda de emociones fuertes.
Búsquets despliega una dirección visualmente sólida, buscando un equilibrio entre la crudeza de la situación y la estética juvenil que evoca la adolescencia. La fotografía de Frederic Plassagnes es especialmente notable, empleando colores apagados y sombras para subrayar el estado anímico de los personajes. Sin embargo, a veces, la dirección se pierde en la creación de una atmósfera algo opresiva, una que, aunque precisa, puede resultar un poco pesada para el espectador. El ritmo de la película, en ocasiones, es deliberadamente pausado, otorgando tiempo a las reflexiones de los personajes, pero también ralentizando la narración hasta el punto de sentirse estancada.
Las actuaciones son, en su mayoría, convincentes. El trío principal, interpretado por Marc Cló, Nil Molinare y Hugo Williams, logra transmitir la confusión y la desesperación de sus personajes. Los actores logran mostrar la evolución de sus personajes a lo largo de la trama, desde la ingenuidad inicial hasta la confrontación con las consecuencias de sus actos. Sin embargo, es cierto que algunos personajes secundarios se quedan un poco planos, careciendo de profundidad y con motivaciones poco claras, lo que resta algo de impacto a la historia. La interpretación de la madre de Alex, en particular, resulta algo unidimensional, centrada en la preocupación maternal sin profundizar en su propia vida.
El guion, aunque con algunas buenas ideas, presenta algunas inconsistencias. El tema de las drogas se aborda de manera superficial, sin explorar las implicaciones sociales y personales de manera significativa. Se siente más como una excusa para meter tensión en la trama que como una reflexión sobre la vulnerabilidad de los jóvenes ante la presión del grupo o la tentación. La trama se complica innecesariamente, introduciendo elementos que no contribuyen significativamente al desarrollo de la historia principal. La resolución, aunque intenta ser conmovedora, resulta un poco forzada y no logra compensar los fallos anteriores. A pesar de la temática que aborda, la película parece evitar a menudo el abordaje de temas más complejos, priorizando el drama adolescente a expensas de una mayor profundidad.
En definitiva, “Chicos buenos” es una película con potencial, que ofrece momentos de tensión y emoción, pero que se ve lastrada por algunas inconsistencias en la trama y un desarrollo de personajes poco completo. Es un retrato honesto de la adolescencia, con sus errores, sus consecuencias y sus lágrimas, pero que, en última instancia, no alcanza a ser verdaderamente memorable.
Nota: 6/10