Chicos y chicas (2000)

“Chicos y chicas” es una comedia romántica que, a primera vista, podría parecer una mera repetición de clichés del género. Sin embargo, tras un primer escalón de familiaridad, revela un núcleo de sinceridad y una exploración, aunque no particularmente innovadora, de las complejas dinámicas de amistad y atracción. La película se centra en la improbable transformación de la rivalidad adolescente en una conexión profunda entre Ryan y Jennifer, dos jóvenes con personalidades tan opuestas como la noche y el día. Lo interesante es que, en lugar de recurrir a la típica comedia romántica con un desarrollo repentino e improbable, la película se centra en la construcción gradual de su amistad, mostrando cómo sus diferencias se convierten en puntos de conexión y, eventualmente, en un afecto que va más allá de la simple camaradería.

La dirección de David Ireland es sólida, buscando un equilibrio entre el humor sutil y momentos más emotivos. No se atreve a caer en la exageración, sino que confía en la química natural entre sus protagonistas. El ritmo es pausado, permitiendo al espectador conectar con el desarrollo de la relación y las personalidades de los personajes. Si bien la fotografía no destaca especialmente, cumple su función de ambientar las escenas de forma realista y sin artificios. La banda sonora, sin embargo, podría ser más audaz y original, ya que, en ocasiones, se siente un poco genérica y predecible.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Finn Wolfhard y Sydney Sweeney, ambos con una carrera en ascenso, encarnan a Ryan y Jennifer con una credibilidad que es fundamental para el éxito de la trama. Wolfhard aporta un aire de melancolía e introspección a su personaje, mientras que Sweeney logra transmitir la complejidad de una chica que se siente a veces insegura y vulnerable. Su química es palpable y su interpretación es natural, evitando caer en estereotipos. El resto del reparto secundario, con nombres como Nick Robinson y Isabel Castro, ofrece también sólidas interpretaciones, aportando profundidad a la historia y a las vidas de los personajes secundarios.

El guion es donde reside la mayor debilidad de la película. Si bien la premisa es interesante, la historia no ofrece nada particularmente original. Los conflictos y las situaciones que enfrentan los protagonistas son bastante predecibles, y el desarrollo de la trama no sorprende. No obstante, el guion evita caer en clichés obvios y se concentra en mostrar la evolución de la relación entre Ryan y Jennifer. La película aborda temas como la autoaceptación, la amistad y la importancia de mirar más allá de las primeras impresiones, aunque lo hace de una manera convencional. Sin embargo, la exploración de la vulnerabilidad y la lucha interna de los personajes es lo que da profundidad a la historia y le permite conectar con el espectador. La película, en definitiva, es un entretenimiento ligero y agradable, pero que podría haber sido mucho más ambiciosa.

Nota: 6.5/10