C.H.U.D. - Caníbales Humanoides Ululantes Demoníacos (1984)

“C.H.U.D. - Caníbales Humanoides Ululantes Demoníacos” no es un espectáculo de gore gratuito, a pesar de su estigma como película de terror “barata”. Es, en cambio, una inquietante y perturbadora exploración de la alienación, el miedo a lo desconocido y la decadencia urbana, envuelta en una atmósfera que, para su época, era radicalmente efectiva. La película, estrenada en 1984, aún tiene el poder de asustar, no por efectos especiales bombásticos, sino por su ambientación claustrofóbica y su lento y constante aumento de la tensión. La dirección de Tom DePaola logra construir un mundo visceral y opresivo, utilizando con maestría la luz y la sombra para intensificar el sentimiento de amenaza.

El guion, adaptado de una novela de reprint, es inteligente y se centra en la narrativa más que en la repetición de violencia. La premisa de los C.H.U.D. (Caníbales Humanoides Ululantes Demoníacos) viviendo en las cloacas de Nueva York es, por sí sola, una idea perturbadora y con mucho potencial. Sin embargo, la película va más allá de la simple idea de monstruos hambrientos y explora las razones detrás de su existencia. Los personajes, aunque a veces caricaturescos, son creíbles en su desesperación y en su intento de entender lo que les acecha. La relación entre el fotógrafo, un hombre consumido por la duda y la necesidad de captar la verdad, el policía, atormentado por la pérdida y la lealtad a su trabajo, y el anciano vagabundo, que parece conocer los secretos de la ciudad y de los monstruos, es lo que realmente da fuerza a la trama.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Warwick Davis, quien interpreta al fotógrafo. Su rostro, lleno de incertidumbre y determinación, transmite con maestría el peso de la situación. La interpretación de George Plimpton, como el policía, es realista y aporta un elemento de credibilidad al personaje. Pero es el giro inesperado que le da al anciano vagabundo, interpretado por Allan Arkin, lo que realmente eleva la película. La evolución de su personaje, desde la sabiduría y la melancolía hasta la oscura verdad sobre su pasado, es uno de los puntos más impactantes de la película. Aunque el maquillaje de los C.H.U.D. puede parecer algo tosco por los estándares actuales, su presencia en la oscuridad y su comportamiento silencioso generan un verdadero terror psicológico. Lo que no son efectos especiales, lo compensan con una atmósfera y una dirección muy bien logradas.

“C.H.U.D.” es, en definitiva, un clásico del terror de bajo presupuesto que trascendió su presupuesto limitado. Su impacto perdura porque explora temas universales como el miedo, la soledad, la corrupción y la inevitabilidad de la decadencia. La película se atreve a no recurrir a fórmulas fáciles y, en cambio, se atreve a ser incómoda, incluso perturbadora. Es una película que permanece en la memoria mucho después de que terminan los créditos, y que, incluso en la actualidad, puede provocar escalofríos.

Nota: 7.5/10