Cielo de medianoche (2020)

“Cielo de medianoche” es una película que se instala en la mente y en la piel, dejando una sensación persistente de melancolía y aislamiento. La dirección de Claire McCarthy es, sin duda, el eje central de esta producción, y se nota un esfuerzo consciente por evocar la desolación y la belleza cruda del paisaje ártico. McCarthy logra crear una atmósfera densa y opresiva, utilizando la fotografía de Gol Downer de una manera magistral. Los colores grises, los cielos perpetuos y la nieve implacable no solo son elementos visuales, sino que se convierten en personajes en sí mismos, reflejando el estado mental del protagonista. El uso del espacio abierto y la quietud, interrumpidos solo por el sonido de la naturaleza y la mecánica de la estación científica, contribuye enormemente a la sensación de soledad y vulnerabilidad.

La actuación de George Mackay es, sin lugar a dudas, la joya de la corona. Mackay ofrece una interpretación excepcionalmente contenida y, a la vez, tremendamente emotiva. Personifica a Augustine, el científico consumido por un pasado doloroso y una obsesión casi religiosa. Su rostro, lleno de arrugas y líneas de preocupación, transmite una angustia silenciosa que se siente visceralmente. Mackay no recurre a la grandilocuencia dramática, sino que construye la complejidad de su personaje con sutiles gestos, miradas introspectivas y un lenguaje corporal minimalista. Su interpretación no necesita de diálogos excesivos; su presencia en pantalla es suficiente para comunicar la profundidad de su sufrimiento y la desesperación de su misión.

El guion, escrito por Ben Groundwater, es deliberadamente lento y contemplativo. La película se centra en el proceso interno del protagonista, en sus recuerdos fragmentados y en su lucha contra la cordura. Aunque esto puede resultar un obstáculo para algunos espectadores, resulta fundamental para comprender la motivación de Augustine y la naturaleza de su obsesión. La película no ofrece respuestas fáciles ni explicaciones claras sobre la catástrofe global que ha devastado la Tierra, dejando al espectador con la sensación de que la verdad reside en la mente del protagonista. Existe una inquietante ambigüedad en la narración, y se plantea la pregunta de si la amenaza real es la nave extraterrestre o el propio Augustine, que se ha creado una realidad alternativa para escapar de su dolor. La falta de información concreta permite que la película se convierta en una meditación sobre la pérdida, el trauma y la naturaleza de la memoria.

A pesar de su lentitud y su enfoque introspectivo, “Cielo de medianoche” es una película profundamente impactante. No es un thriller de ciencia ficción convencional, sino una exploración personal y existencial. La película no se preocupa por ofrecer entretenimiento superficial; busca provocar una respuesta emocional y reflexionar sobre la condición humana. Es una experiencia cinematográfica que exige atención y paciencia, pero que recompensa al espectador con una reflexión honesta y conmovedora. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección la atmósfera sombría y contemplativa de la película, reforzando su impacto emocional. En definitiva, "Cielo de medianoche" es un ejemplo de cine que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8/10