Circuito cerrado (2013)

“Circuito cerrado” es una película que, a primera vista, parece un thriller político convencional. Sin embargo, tras un primer análisis más profundo, se revela como una exploración intrigante y sombría de la ética profesional, el amor perdido y las consecuencias imprevistas de las decisiones. La dirección de David Cormack es precisa y cautelosa, construyendo una atmósfera de tensión palpable desde el inicio y manteniendo el espectador en un constante estado de alerta. Cormack evita los clichés del género, optando por un ritmo pausado y deliberado que permite que los personajes respirar y que los conflictos se desenvuelvan de manera orgánica. Su manejo de la cámara es sutil, priorizando planos cerrados y tomas que transmiten la incomodidad y la desconfianza inherentes a la situación en la que se encuentran los protagonistas.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de Martin Rosé y Claudia Simmons-Howe, y ambos cumplen con creces con las exigencias del papel. Rosé, que también es co-guionista, ofrece una interpretación brillante como el abogado atormentado, Mark, un hombre consumido por su pasado y enfrentado a dilemas morales complejos. Su personaje es profundamente humano, vulnerable y contradictorio, lo que le permite al espectador conectar con él a un nivel emocional. Simmons-Howe, por su parte, interpreta a Claudia con una mezcla de profesionalidad, inteligencia y un creciente sentimiento de inquietud. Su personaje es el contrapunto a Mark, representando la figura del abogado pragmático, pero también muestra un lado más sensible y una capacidad de cuestionamiento que se intensifica a medida que avanza la trama. La química entre ambos actores es innegable, y su interacción está llena de tensión, celos y un anhelo que se alimenta del deseo de recuperar lo que perdieron.

El guion, además de la sólida base que proporciona el conflicto central, destaca por su complejidad moral. “Circuito cerrado” no ofrece respuestas fáciles. Se plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza de la justicia, la responsabilidad personal y la capacidad de redención. La película no se limita a presentar un “villano” claramente definido; más bien, examina las motivaciones de los personajes involucrados, incluyendo al terrorista, a quien Mark se ve obligado a defender. La trama se complica al introducir elementos de paranoia, manipulación y desconfianza, obligando al espectador a cuestionar la veracidad de cada información y a formar su propia opinión sobre quién está realmente en lo correcto. La utilización de flashbacks, aunque no excesiva, contribuye a la comprensión del pasado de los personajes y a la construcción de una narrativa más rica y envolvente. Sin embargo, a veces la complejidad del guion puede llegar a sentirse un tanto densa, y algunos diálogos podrían haberse pulido para mayor impacto.

En definitiva, “Circuito cerrado” es una película que merece la pena ver. No es un thriller de acción explosivo, sino un drama psicológico y legal con profundas raíces morales. Es una reflexión sobre la condición humana y una dura lección sobre las consecuencias de nuestras decisiones. La película permanece en la mente mucho después de que termina, te obligando a replantearte lo que sabes y a cuestionar tus propias creencias.

Nota: 7.5/10