“Civil War” no es solo una película de acción distópica; es un espejo retorcido del presente, un ejercicio audaz y perturbador que obliga al espectador a enfrentarse a la fragilidad de la democracia y la polarización extrema que parece carcomer a nuestra sociedad. Alex Garland, director conocido por su trabajo surrealista y a menudo inquietante, ha creado un thriller político que, paradójicamente, se siente sorprendentemente cercano, incluso inquietantemente real.
El viaje en carretera hacia Washington D.C. se convierte en la columna vertebral de la narrativa, un descenso lento pero implacable a través de un paisaje americano devastado por la guerra. Garland elimina el melodrama sentimental, centrándose en la tensión, el miedo y la desesperación palpable entre el equipo de periodistas, liderados por Lee Smith (Florence Pugh), una fotógrafa obstinadamente idealista que, a pesar de las circunstancias, se aferra a la creencia en la verdad y la importancia del periodismo independiente. Pugh ofrece una interpretación magistral, transmitiendo con sutileza la angustia, la determinación y la vulnerabilidad de un personaje atrapado en una guerra que no eligió, pero que ahora debe presenciar y documentar. Sus interacciones con los otros miembros del equipo – Chris Evans como el cínico y marcado por la guerra Steve Sheldon, un ex-soldado atormentado, y Jamie Dornan como el ambicioso y pragmático Nick Tabus – son el núcleo emocional de la película.
La dirección de Garland es impecable. El uso de planos secuenciales, movimientos de cámara lentos y una paleta de colores apagada – dominada por tonos grises y ocres – refuerza la atmósfera opresiva y la sensación de inminente catástrofe. El sonido también juega un papel crucial, con la constante presencia de disparos, explosiones y el zumbido del conflicto que permea cada escena. Sin embargo, lo que realmente destaca es la manera en que Garland evita juicios morales simplistas. La película no defiende a ninguna facción, presentando a ambos bandos como individuos complejos y motivados por sus propios traumas y creencias. La ausencia de un "villano" claro es, paradójicamente, lo que hace que la película sea tan efectiva; nos obliga a confrontar el horror de la guerra en su forma más fundamental: la pérdida de la humanidad.
El guion, co-escrito por Garland y S. Craig Banks, es brillante en su ambigüedad. Plantea preguntas difíciles sobre el papel de los medios de comunicación en tiempos de conflicto, la legitimidad de la violencia y la resistencia frente a la tiranía. No ofrece respuestas fáciles, sino que obliga al espectador a reflexionar sobre su propia postura y a cuestionar los valores que considera fundamentales. La película es, en última instancia, una advertencia sobre la importancia de la libertad de prensa y la necesidad de defender la verdad, incluso cuando esta nos resulta incómoda.
“Civil War” no es un entretenimiento ligero. Es una película difícil, perturbadora y a veces desgarradora. Pero es también una obra maestra cinematográfica que merece ser vista, discutida y recordada. Es una reflexión necesaria sobre el estado de nuestra sociedad y un recordatorio brutal de las consecuencias de la división y la inacción.
Nota: 8.5/10