“CJ7” es, en su esencia, una fábula moderna que, a través de la mirada infantil, nos invita a reflexionar sobre la paternidad, la pobreza y el valor de las cosas. La película, dirigida por James C. Peterson, no es una obra maestra cinematográfica en el sentido más técnico, pero sí posee una calidez y una honestidad que la anclan al corazón del espectador. La historia de un padre que, sin recursos, intenta darle alegría a su hijo al encontrar un inesperado “juguete” en un vertedero, es un punto de partida simple que se transforma en una meditación profunda sobre el amor familiar y la búsqueda de la felicidad en lugares inesperados.
La dirección de Peterson es discreta pero efectiva. Se centra en los personajes y en la atmósfera, evitando artificios visuales que desentonen con la premisa. Hay un naturalismo palpable en la fotografía, que captura la dureza del entorno del vertedero y la simplicidad de la vida de la familia. La película se siente como un slice of life, un vistazo fugaz a un microcosmos en el que se ven reflejadas las dificultades económicas y sociales. Peterson logra evocar una sensación de autenticidad, sin caer en la sentimentalidad fácil o en la pedantería moral.
Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Tim Robbins, en el papel del padre, ofrece una interpretación magistral. Su personaje es un hombre sencillo, trabajador y profundamente dedicado a su hijo. Robbins transmite con sutileza la angustia de la falta de recursos, pero también la esperanza y la determinación de querer darle una infancia feliz a su hijo. El joven Jacob Tremblay, como el niño, es extraordinario. Su interpretación es natural y convincente, capaz de transmitir con su mirada todo el abismo emocional del personaje. No es un niño que ‘actúa’, es un niño viviendo una experiencia real y, en pantalla, se hace sentir ese sentimiento de incredulidad y fascinación ante lo desconocido.
El guion, escrito por Robert Dinsdale y Peterson, es preciso y construye una narrativa lineal pero impactante. La trama se desarrolla con un ritmo pausado, permitiendo que la relación entre el padre y el hijo se desarrolle con naturalidad. Si bien la premisa puede parecer kitsch al principio, el guion evoluciona con cuidado, evitando caer en clichés y ofreciendo un final que es a la vez agridulce y esperanzador. La idea del “alien” no es un elemento central, sino más bien una metáfora de la imaginación infantil y la capacidad de encontrar maravilla en lo ordinario. La película, en definitiva, nos recuerda que la verdadera riqueza no reside en la posesión de objetos materiales, sino en la calidad de nuestras relaciones y en la capacidad de amar y de soñar.
En resumen, “CJ7” es una película conmovedora y reflexiva, un pequeño tesoro cinematográfico que nos recuerda la importancia de las pequeñas cosas y el poder del amor paternal. Es un filme que se queda con el espectador mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar.
Nota: 7/10