“Clash (Choque)” es un drama político que no busca la grandilocuencia ni la espectacularidad, sino la cruda y visceral representación de la fractura social y política que sacudió a Egipto tras el golpe de Estado de 2013. La película, dirigida por Ferdinand von Schauroth, no se limita a narrar los eventos de manera cronológica, sino que se sumerge en las vidas de personajes comunes, atrapados en el torbellino de la revolución y su posterior represión. El enfoque en la cotidianidad – las conversaciones en un café, las dudas de un soldado, la desesperación de una mujer – resulta sorprendentemente poderoso y contribuye a la sensación de realidad que la película transmite.
La dirección de von Schauroth es firme y precisa. Evita el sentimentalismo excesivo, privilegiando la observación paciente. La cámara a menudo se mantiene discreta, permitiendo que los actores y los espacios habiten el relato. La fotografía, con una paleta de colores apagada y desaturada, refleja el ambiente de incertidumbre y desolación. Sin embargo, hay momentos en los que el uso de la luz y la sombra, aunque sutil, puede resultar algo excesivo, amenazando con sobrecargar la imagen. El ritmo es deliberadamente lento, lo que, aunque efectivo para construir la atmósfera, puede resultar un tanto pausado para algunos espectadores acostumbrados a narraciones más dinámicas.
Las actuaciones son sobresalientes. Ahmed Malek como Farid, un médico que se ve obligado a elegir entre su lealtad a sus principios y su seguridad personal, ofrece una interpretación conmovedora y llena de matices. Su conflicto interno, palpable en cada escena, es el corazón emocional de la película. También destaca la interpretación de Samira Wanas como Layla, una joven madre que se enfrenta a la violencia y la injusticia con una determinación admirable. Aunque el reparto es reducido, cada actor aporta una profundidad que subraya la complejidad de la situación. La dirección de actores se nota en cada diálogo, permitiendo que las motivaciones de los personajes sean claras, incluso cuando sus acciones son dudosas.
El guion, adaptado de un artículo de Jonathan Freedland, es el elemento más delicado de la película. A pesar de su rigor histórico, la película se centra más en la experiencia humana que en el análisis político detallado. Esto, en principio, podría resultar problemático, pero en última instancia es una elección acertada. El guion evita simplismos y presenta múltiples perspectivas sobre el conflicto. Se plantean preguntas difíciles sobre la legitimidad del golpe, la responsabilidad de los diferentes actores políticos y las consecuencias a largo plazo de la violencia. No ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión. Sin embargo, el guion, en algunos momentos, adolece de cierta falta de pulido, con diálogos que, aunque realistas, podrían ser más concisos. Se siente que se podría haber profundizado aún más en las motivaciones de algunos personajes secundarios, pero esa decisión probablemente se justificaba en la búsqueda de la naturalidad.
A pesar de sus pequeños defectos, “Clash (Choque)” es una película importante y conmovedora que invita a la reflexión sobre un evento traumático de la historia reciente. No es un blockbuster, pero sí un drama político con una fuerte carga emocional y una relevancia actual. Es una película que merecía ser vista, entendida y discutida.
Nota: 7/10
