“Clifford, el gran perro rojo” es una película que, a primera vista, podría parecer un simple entretenimiento familiar. Sin embargo, bajo la superficie de la fantasía y el humor, se esconde una reflexión sutil sobre la responsabilidad, la aceptación y la conexión con la naturaleza. La dirección de Walt Disney Animation Studios, liderada por Chris Buck y Rose Lagerblad, logra crear un ambiente visualmente atractivo y emocionalmente resonante, si bien no alcanza la complejidad narrativa de algunas de sus mejores obras.
La película se centra en Emily Elizabeth, interpretada por Darby Crash, una niña de diez años con una gran corazón y una profunda conexión con los animales. Crash ofrece una actuación convincente, transmitiendo la inocencia, la vulnerabilidad y la determinación de la protagonista. Sin embargo, el guion, aunque sólido en su premisa, se siente algo predecible y recurrente a tropos familiares del cine de animación. Las situaciones cómicas, si bien efectivas para el público infantil, a veces carecen de originalidad y pueden resultar un tanto forzadas. Se intuye la intención de apelar a la nostalgia y a las historias de “finda la vida” pero sin profundizar en las complejidades de un argumento más matizado.
La relación entre Emily y Clifford, el gigante sabueso rojo, es el corazón emocional de la película. La evolución de su vínculo es dulce y genuina, mostrando cómo la presencia de un animal inmenso puede transformar la vida de un niño y de sus familiares. El diseño de Clifford es, en esencia, brillante. Su tamaño descomunal, logrado a través de técnicas de animación impresionantes, le confiere un aire de carismático gigante benigno, a la vez adorable y ligeramente torpe. El color rojo vibrante que lo caracteriza es, además, muy efectivo para transmitir su vitalidad y energía.
Sin embargo, la película no evita caer en algunos clichés del género. El personaje de Casey, interpretado por Blake Shelton, el tío de Emily, se presenta como el “buddy” inadaptado con un gran corazón, una dinámica ya vista en numerosas ocasiones. Aunque Shelton aporta humor y carisma, su arco narrativo es más desarrollado que el de otros personajes secundarios, lo que resta interés a su evolución. El viaje de Emily y Casey para regresar a su ciudad natal, en plena tormenta, es un dispositivo narrativo común pero bien ejecutado, con momentos de tensión y alivio cómico que mantienen el interés del espectador. La película también aborda con sensibilidad el tema de la solidad de Emily, mostrando cómo su madre, aunque ausente, siempre está presente en su vida a través de sus acciones y su amor.
En definitiva, “Clifford, el gran perro rojo” es una película familiar agradable y visualmente atractiva, pero que no llega a ser verdaderamente memorable. Es un buen entretenimiento para toda la familia, que, sin embargo, podría beneficiarse de un guion más arriesgado y de personajes más complejos. La película cumple su función principal: ofrecer una historia reconfortante sobre la amistad y la aceptación, aunque sin alcanzar las mayores ambiciones narrativas.
Nota: 6.5/10