C'mon C'mon. Siempre adelante (2021)

“C’mon C’mon” no es un documental en el sentido tradicional, aunque su premisa inicial – la intención de un cineasta, Aaron (Joaquin Phoenix), de abordar la inteligencia excepcional infantil – sirve como marco para una exploración profundamente humana y conmovedora sobre la familia, la pérdida y la búsqueda de conexión. La película de Carey Mulligan se aleja del género documental por la belleza y el lirismo de su narrativa, que se construye sobre una relación inesperada que se forja entre Aaron y su sobrino, JB (Joe Scala), un niño extraordinario que, para protegerse del mundo, se refugia tras una fachada de calma y silencio. Lo que comienza como un proyecto profesional se transforma en algo mucho más personal, impulsado por la necesidad de Aaron de conectar con alguien que pueda entender el mundo de JB y, quizás, su propio dolor.

La dirección de Mulligan es magistral. A diferencia de muchos cineastas que intentan “explicar” la experiencia de un niño superdotado, se centra en el *sentimiento* de Aaron al tratar con JB. Observamos la frustración, la incomodidad, la fascinación y, finalmente, el afecto que nace de la incomunicación y el deseo de comprensión. La película no se basa en el espectáculo o en la presentación de ideas complejas. Se construye sobre los pequeños momentos, las miradas, el lenguaje no verbal y la lenta disolución de las barreras entre dos personajes que se ven reflejados el uno en el otro. Mulligan logra un equilibrio perfecto entre la intimidad y la universalidad. La película no trata solo sobre un niño con un talento excepcional, sino sobre la capacidad humana de encontrar sentido y compañía incluso en los lugares más inesperados.

Joaquin Phoenix ofrece una interpretación excepcionalmente delicada como Aaron. Su personaje es un hombre en crisis, marcado por el divorcio y la pérdida de su hija. Su profesionalismo y su ambición inicial contrastan fuertemente con la vulnerabilidad y la empatía que desarrolla a medida que se abre a JB. La química entre Phoenix y Scala es palpable, no como una amistad convencional, sino como una conexión profunda basada en la comprensión mutua. Joe Scala, en su debut cinematográfico, es absolutamente brillante. Su interpretación de JB es sutil, auténtica y conmovedora. No se trata de un niño que actúa de forma exagerada o infantil. Su silencio y su capacidad de observación son la clave de su personaje.

El guion, coescrito por Mulligan y Mike Slack, es notable por su sencillez y su profundidad. Evita las tramas elaboradas y las exposiciones innecesarias, centrándose en el desarrollo de la relación entre los personajes. La película no intenta resolver la crisis de Aaron ni ofrecer respuestas fáciles sobre la inteligencia o el desarrollo infantil. Más bien, se permite ser un retrato honesto de la complejidad de la vida familiar y la búsqueda de conexión humana. Es una película que te deja con una sensación de esperanza y una profunda reflexión sobre la importancia de la empatía y la vulnerabilidad. No es un melodrama, sino una pequeña joya sobre la resiliencia del espíritu humano.

Nota: 8.5/10