Cobb (1994)

“Cobb” (2014) no es una película que te consuele con sentimentalismo o te inspire con heroísmo tradicional. Es, en cambio, una disección despiadada y, a la vez, fascinante, de la vida de Ty Cobb, el infame jugador de béisbol de los años 20, interpretado magistralmente por un Colin Farrell que ofrece una de sus interpretaciones más complejas y matizadas. La película, dirigida por Aaron Sorkin, no busca glorificar al personaje, sino examinarlo desde dentro, utilizando una estructura narrativa ingeniosa: la voz en off de Cobb, grabada en 1933, relata su historia a un escritor contratado para escribir su biografía. Esta técnica permite una narración fragmentada y a menudo contradictoria, reflejando la naturaleza ambivalente de la figura.

El guion, cuidado por Sorkin, es el punto central de la película. Sorkin, conocido por su diálogo brillante y su ritmo vertiginoso, ha logrado construir una trama que no solo narra los logros deportivos de Cobb – récords que aún resisten el paso del tiempo – sino también la oscuridad que se ocultaba tras su fama. La película explora la intolerancia racial, el machismo exacerbado y la crueldad del juego en la época, elementos que Cobb usó para justificar y mantener su dominio. La película no titubea en mostrar cómo su éxito se basaba, en parte, en la humillación y la discriminación de sus oponentes. La ambivalencia de Cobb se presenta con honestidad, presentando tanto sus habilidades excepcionales como su incapacidad para conectar emocionalmente con los demás.

Colin Farrell ofrece una actuación monumental. Su Cobb es un hombre solitaria, herméticamente cerrado en sí mismo, un individuo que ha construido una fortaleza alrededor de su ego. Farrell logra transmitir la intensidad de su personalidad, la agresividad contenida y la profunda soledad que lo consumen. Su mirada, a menudo distante y penetrante, dice más de lo que sus palabras. Las actuaciones secundarias, particularmente las de Tim Blake Nelson como el escritor y John Goodman como el ex-manager, son igualmente sólidas y contribuyen a la complejidad del universo narrativo. Goodman, en particular, ofrece un retrato sutil y, en cierto modo, conmovedor de un hombre que comprende la naturaleza destructiva de Cobb.

Sin embargo, “Cobb” no es una película fácil de ver. Es incómoda, a veces desagradable, y exige una cierta disposición para confrontar la verdad sobre el personaje y la época. La película no ofrece soluciones ni juicios morales simplistas. En lugar de ello, nos presenta una visión cruda y realista de un hombre forjado en un contexto social y cultural hostil. La dirección de Sorkin es impecable, creando una atmósfera de tensión constante y empleando un uso efectivo del blanco y negro para enfatizar la rigidez y la formalidad de la era. Si buscas un relato heroico y edificante, esta no es tu película. Pero si estás dispuesto a enfrentar una mirada honesta y despiadada a la vida de un mito, “Cobb” te recompensará con una experiencia cinematográfica poderosa e inolvidable. Es un estudio psicológico de un genio atormentado y un reflejo oscuro de los valores de una época.

Nota:** 8/10