Coffy (1973)

“Coffy” (1973) no es solo una película de acción, es un manifiesto feminista crudo y visceral que, a pesar de sus evidentes limitaciones técnicas, aún resuena con una fuerza sorprendente. La película, dirigida por Bert I. Marcus, logra construir una atmósfera de tensión constante y un sentido de urgencia que se aferra al espectador desde sus primeros minutos. La historia, centrada en la enfermera Alonzo Harris, interpretada con una intensidad deslumbrante por Pam Grier, nos presenta una mujer desesperada por liberar a su hermana de doce años, quien se encuentra en un centro de rehabilitación para adictos, y que las autoridades, la policía, parecen indiferentes a su situación. No es una historia compleja, pero es poderosamente efectiva en su simplicidad.

Lo que distingue a “Coffy” de la mayoría de las películas de acción de la época es la autenticidad con la que se presenta el personaje de Alonzo. Grier no se limita a ser una heroína implacable; la vemos como una mujer con un pasado complicado, con una determinación férrea y, en ocasiones, una mirada que insinúa un dolor profundo. Su actuación es natural y convincente, y se complementa a la perfección con el vestuario y la estética de la época, creando un personaje que, aunque extremo, se siente terrenal y reconocible. La dirección de Marcus se centra en el juego de miradas, en el movimiento, en el uso de la cámara para sugerir peligro y emoción sin necesidad de recurrir a explosiones o efectos especiales grandilocuentes.

El guion, aunque a veces predecible en su estructura, consigue mantener el interés gracias a su ritmo frenético y a sus diálogos concisos y directos. Las secuencias de acción, coreografiadas de forma impresionante por el maestro choreographer Eli Wallach (en su debut cinematográfico), son coreografías de combate realistas y brutales, sin la exageración y el glamour típicos de las películas de acción de los años 70. La película no rehúye de la violencia, mostrándola como una respuesta a la injusticia y a la corrupción. La representación de la corrupción policial es especialmente notable, con agentes que se venden a la mafia y que usan su poder para proteger sus intereses. El contraste entre la nobleza de Alonzo y la vileza de los personajes corruptos es fundamental para el impacto emocional de la película.

Sin embargo, “Coffy” no está exenta de defectos. Algunos diálogos son un poco torpes y la trama principal, en su esencia, es bastante sencilla. Además, la película carece de la profundidad psicológica que se podría haber explorado con un desarrollo más exhaustivo del personaje de Alonzo. Pero, en definitiva, estos aspectos menores no impiden que “Coffy” se erige como una joya del cine de acción de los años 70, un hito que influenció a generaciones de heroínas feministas y que sigue siendo relevante hoy en día por su mensaje de empoderamiento femenino y su desafío a las estructuras de poder establecidas. Es una película que, contra todo pronóstico, sigue siendo una experiencia visceral y memorable.

Nota: 8/10