Cold War (2018)

“Cold War” de Paweł Pawlikowski es, sin duda alguna, una de las películas más impactantes y visualmente deslumbrantes que he visto en los últimos años. No es simplemente una historia de amor, sino una meditación sobre la complejidad de las relaciones humanas, la pérdida y el arte, todo ello envuelto en la atmósfera gélida y opresiva de la Guerra Fría. Pawlikowski, un director polaco que regresa a la dirección después de una larga pausa, demuestra una maestría técnica que va más allá de la mera estética; crea una experiencia cinematográfica que se siente casi táctil.

El guion, coescrito por Pawlikowski y Lukasz Muśewski, no es una narración lineal. La historia de Jan y Elina, un fotógrafo de prensa y una cantante de cabaret, se construye a través de flashbacks fragmentados, conversaciones interrumpidas y silencios cargados de significado. Esta estructura, a primera vista desconcertante, es fundamental para transmitir la naturaleza inestable y errática de su relación. La película no busca explicar o justificar su amor; simplemente presenta la verdad cruda de sus vidas, las pasiones y las frustraciones que los mantienen unidos a pesar de sus diferencias irreconciliables. Hay una honestidad brutal en la forma en que se exploran las tensiones, los celos y la soledad inherentes a su conexión.

Las actuaciones de Tomasz Bagiński (Jan) y Agnes Barensbas (Elina) son absolutamente sobresalientes. Bagiński logra un equilibrio perfecto entre la vulnerabilidad y la reserva. Su mirada transmite la profundidad de sus sentimientos, incluso cuando no las expresa con palabras. Barensbas, por su parte, ofrece una interpretación conmovedora, con un gesto y una expresión que hablan más que cualquier diálogo. La química entre ambos es innegable y palpablemente real, lo que hace que su dolor y su desesperación sean especialmente intensos. No se trata de un romance idílico; es un amor marcado por la incomunicación, la desconfianza y la constante sensación de estar a un paso de la ruina.

Pero lo que realmente distingue a “Cold War” es su dirección. Pawlikowski se aleja de las convenciones del lenguaje cinematográfico tradicional, optando por un estilo visual minimalista pero increíblemente efectivo. La fotografía de Lukasz Zalwoda es, sencillamente, una obra de arte. Los colores apagados, las escenas en blanco y negro y las composiciones meticulosas crean una atmósfera de melancolía y desolación. El uso del sonido, con sus silencios estratégicos y sus melodías conmovedoras, refuerza esa sensación. Además, la película se mueve con una fluidez sorprendente, a pesar de su estructura no lineal. Las tomas son largas, permitiendo que la tensión y el drama se desarrollen con lentitud, sumiendo al espectador en la experiencia emocional de los personajes.

“Cold War” no es una película fácil. Requiere atención y paciencia, pero la recompensa es una experiencia cinematográfica inolvidable. Es un retrato conmovedor y profundamente humano de un amor imposible, ambientado en un contexto histórico complejo y cargado de significado. Es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota: 9/10