Communion (1989)

“Communion” (1989) no es una película para ser vista de forma casual. Es una experiencia, un descenso a la paranoia y a la ambigüedad que, a pesar de su estética retro y algunos momentos de tensión palpable, se queda a medio camino, atrapada entre una propuesta de ciencia ficción y un drama familiar inquietante. Dirigida por Michael Cimo, la película se centra en la vida de la familia Strieber – Whitley, su esposa Gayle y sus hijos – tras una serie de sueños recurrentes que parecen desatar una serie de sucesos extraños y perturbadores.

La película construye lentamente una atmósfera de creciente incomodidad. El director se centra en el impacto psicológico de estos sueños en cada miembro de la familia. Se nota un intento deliberado de evocar la sensación de duda y de ser consciente de que lo que presenciamos podría ser producto de la imaginación, de la sugestión o, tal vez, de algo realmente inexplicable. La fotografía de Dale McRaven es fundamental en este sentido. Las escenas nocturnas, con su luz crepuscular y su paleta de colores apagados, contribuyen a un ambiente opresivo y sombrío, reforzando la idea de un mundo que no es del todo seguro.

La película, sin embargo, carece de un guion sólido. Si bien la ambientación y la atmósfera son convincentes, la trama se diluye en detalles inconexos y en una insistencia casi obsesiva en la representación de los sueños. Algunos momentos de genuina tensión se pierden en escenas prolongadas y repetitivas. La película se queda demasiado tiempo en la descripción de la experiencia de los sueños, sin ofrecer una explicación satisfactoria o una dirección clara. Esto, combinado con el ritmo pausado, puede resultar frustrante para el espectador.

Las actuaciones son, en general, decentes. Mark Holton como Whitley Strieber transmite la creciente desesperación y la confusión de su personaje. Gayle Thiraud, como la esposa de Whitley, ofrece una interpretación contenida pero efectiva, mostrando el temor y la vulnerabilidad de su personaje. Sin embargo, la película no les brinda suficientes oportunidades para profundizar en sus emociones y motivaciones. La producción intenta, sin éxito, darles un peso narrativo mayor.

A pesar de sus defectos, “Communion” tiene un mérito: su ambigüedad. La película no ofrece respuestas fáciles y deja al espectador con la sensación de que lo que ha visto podría ser real o producto de la mente de los personajes. Es una experiencia cinematográfica inquietante que invita a la reflexión, aunque no a la satisfacción. La película se queda en la superficie, en la sugerencia, sin llegar a desarrollar su potencial completo. Su valor reside precisamente en este juego de incertidumbre, en la capacidad de mantener al espectador cuestionándose lo que realmente ha presenciado.

Nota: 6/10