Como Dios manda (2023)

“Como Dios manda” es una comedia dramática con matices inesperados, un ejercicio de introspección disfrazado de humor. La película, dirigida por Paco Plaza, no pretende reírnos a carcajadas, sino más bien, provocar una sonrisa irónica y generar cierta reflexión sobre la fragilidad de las certezas y la capacidad de adaptación humana. La trama, aparentemente sencilla, se centra en Andrés Cuadrado (Miguel Ángel Silvestre), un funcionario público obsesionado con el control y la rutina, cuya vida se desmorona de manera abrupta tras un accidente que le deja en una situación de vulnerabilidad y desorientación. Al principio, la película plantea un tono ligeramente melancólico, subrayando el contraste entre la vida ordenada y predecible que Andrés ha construido y la incertidumbre que le acecha.

Silvestre ofrece una interpretación sólida, sin caer en la exageración. Logra transmitir la rigidez y la frustración de su personaje con una sutileza que es crucial para la efectividad de la película. No se trata de un hombre que simplemente se queja, sino de alguien que, a pesar de su sufrimiento, mantiene una actitud casi absurda de resistencia, que, a la postre, se revela como una defensa contra la desesperación. La dirección de Plaza destaca por su uso de la luz y la sombra, creando una atmósfera visualmente rica y que, a menudo, se adapta a la psicología del personaje. Hay escenas donde el uso del contraluz es particularmente efectivo, enfatizando la soledad y el aislamiento de Andrés.

El guion, escrito por Oriol Poy y Pau Morillas, es quizás el punto fuerte de la película. No busca soluciones fáciles ni finales grandilocuentes. Más bien, se centra en la evolución interna del personaje, explorando sus miedos, sus dudas y sus pequeñas victorias. El ritmo es pausado, permitiendo al espectador sumergirse en la mente de Andrés y observarlo desde su propia perspectiva. La película no rehuye de mostrar la incomodidad y la frustración del protagonista, y es precisamente esta honestidad que le da profundidad. Aunque el humor se presenta de manera sutil, a veces incluso incómoda, se integra de forma natural en la narrativa y sirve para aliviar la tensión sin restar importancia a la seriedad de la situación.

La película no ofrece respuestas fáciles ni un mensaje moral prefabricado. “Como Dios manda” es, en esencia, una película sobre la necesidad de aceptar la impermanencia y de encontrar un sentido en medio del caos. No es una comedia para todo el mundo, requiere paciencia y un interés genuino por la evolución del personaje. Es una película que se queda contigo, que te provoca una reflexión personal sobre la vida y las decisiones que tomamos. La fotografía, como ya se ha mencionado, es impecable, contribuyendo a la atmósfera introspectiva de la película. La banda sonora, aunque discreta, complementa adecuadamente las escenas. En definitiva, es una propuesta cinematográfica interesante y con una personalidad propia.

Nota: 7/10