“Cómo robar un millón y…”, la última propuesta de Christian Carion, se presenta como un thriller de arte con un toque de humor negro, y en gran medida, cumple con su promesa, aunque con algunas fisuras en su ejecución. La película no es simplemente un ladrido de acción; busca explorar las complejidades de la familia, la obsesión por el arte y la moralidad en el mundo del ocio ilícito. Carion consigue, en parte, construir una atmósfera de suspense elegante y sofisticada, especialmente en las escenas de planificación y ejecución del robo en sí.
La dirección es donde la película realmente brilla. Carion demuestra un dominio considerable en la creación de imágenes impactantes y una cuidada selección de paletas de colores que reflejan el estado de ánimo y la personalidad de cada personaje. El uso de la luz, en particular, es magistral, creando sombras intrigantes y destacando los momentos cruciales. Sin embargo, a veces, la necesidad de demostrar las habilidades de los personajes, especialmente de Simon Demott, resulta en secuencias de acción algo exageradas y carentes de sutileza, lo que resta un poco de dinamismo a la trama.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Vincent Cassel, como Simon Demott, ofrece una interpretación carismática y ligeramente egocéntrica de un ladrón de guante blanco clásico. Su relación con Nicole, interpretada por Stacy Martin, es el corazón de la película y se siente convincente. La química entre ambos actores es palpable, y su dinámica de mentores y aprendices, salpicada de sarcasmo y tensión, es uno de los puntos fuertes de la narrativa. La interpretación de Mathilde Ollivier como la hija de Nicole también es notoria, aportando una dosis de vulnerabilidad y un contrapunto interesante a la frialdad de los protagonistas principales.
El guion presenta algunos elementos interesantes, como la exploración del legado familiar y la ambición que impulsa las acciones de los personajes. La idea de un fraude de proporciones épicas, orquestado a lo largo de generaciones, es original y crea un marco narrativo atractivo. No obstante, la película a veces se pierde en descripciones expositivas y en diálogos un tanto forzados, que ralentizan el ritmo. El desarrollo de algunos personajes secundarios, como el inspector de policía, se siente superficial, y su motivación a veces no está completamente clara.
Sin embargo, quizás el mayor problema de la película reside en su intento de equilibrar el thriller con la comedia negra. A veces, el humor se siente forzado y no encaja del todo con la seriedad que se busca en el tema del arte y la estafa. La película tiene un cierto encanto, pero podría haber optado por un tono más oscuro y reflexivo, profundizando en las consecuencias morales del robo y el impacto en la familia.
Nota:** 7/10