“Cómo romper con tu pareja” es un observatorio social disfrazado de comedia romántica, una película que, en su esencia, intenta desmitificar la artillería de las relaciones y, en el proceso, ofrece un retrato de la masculinidad tóxica y la superficialidad del éxito en las redes sociales. La historia, centrada en Quincy Watson, un aspirante a escritor que se convierte en un guru de las rupturas tras la desilusión amorosa, tiene potencial, pero el guion por desgracia no siempre lo aprovecha plenamente. La premisa inicial –la ironía de un hombre que escribe un libro sobre cómo acabar con una relación – es intrigante y ofrece un punto de partida sólido para una reflexión sobre las dinámicas de poder en las relaciones, y sobre cómo la cultura del ‘hack’ ha permeado hasta el ámbito sentimental.
La dirección de Jake Kasdan se muestra competente, manejando el ritmo de la película con una naturalidad que favorece la comedia. Sin embargo, a veces, la película parece perderse en el exceso de detalles narrativos y en la necesidad de explicar cada paso del ‘plan’ de Quincy para evitar rupturas. Esto, si bien busca mantener al espectador informado, resulta en momentos de torpeza y ralentiza el desarrollo de la trama. El uso de la cámara, en general, es dinámico y efectivo, especialmente en las escenas que explican el ascenso de Quincy en el mundo del ‘dating advice’ y en el espectáculo mediático que rodea su popularidad.
El reparto es convincente. Ben Platt, como Quincy, transmite con éxito la vulnerabilidad y la ambición del personaje, evolucionando de un tipo inseguro a un individuo obsesionado con el éxito. El personaje de Evan, interpretado por Nicholas Braun, es particularmente interesante porque representa la frustración de un hombre atrapado en una sociedad que premia la apariencia y el estatus. La química entre Platt y Braun, aunque a veces forzada, es suficiente para generar algunas escenas cómicas efectivas. Sin embargo, la actuación de Maggie Higgins como Nikki, la novia de Evan, resulta algo plana y carente de profundidad, limitando el impacto emocional de su ruptura. Se echa en falta una mayor exploración de su personaje.
No obstante, el punto fuerte de la película reside en su crítica sutil pero mordaz a la cultura de las redes sociales y al culto a la imagen personal. El camino de Quincy, desde su fracaso inicial hasta su éxito como guru, refleja con precisión la búsqueda de validación externa y la construcción de una identidad basada en la popularidad online. La idea de que las relaciones, incluso las más serias, pueden ser reducidas a fórmulas y estrategias de ‘marketing personal’ es perturbadora y, en última instancia, bien planteada. La película, sin embargo, no se atreve a ir más allá de la superficie, dejando un residuo de amargura que, aunque presente, no alcanza el peso que podría tener. La resolución, demasiado rápida y poco convincente, no logra cumplir con las promesas de una crítica social más incisiva.
Nota: 6.5/10