Como viene, se va (1967)

“Como viene, se va” (1963) es, en retrospectiva, una joya de acción y aventura con un trasfondo melancólico y una banda sonora inolvidable. Dirigida por Lewis Gilbert, la película ofrece un despliegue visualmente atractivo, especialmente considerando la tecnología cinematográfica de la época, y a pesar de sus excesos de melodrama, consigue sumergir al espectador en la historia de Ted Jackson, interpretado con una sorprendente vulnerabilidad por Elvis Presley. La película se erige como un ejemplo de la transición de Elvis de estrella de rock a actor, y a menudo se subestima el trabajo que supuso adaptar su imagen y talento al género de acción.

Presley, que ya había comenzado a explorar papeles más serios, se muestra sorprendentemente adecuado para el papel de Ted. Su interpretación no busca la grandilocuencia propia de la pantalla grande, sino una honestidad palpable, un hombre cansado de las decepciones que intenta encontrar un propósito en la búsqueda de un tesoro hundido. La película juega con la dualidad de Ted: un buzo experimentado y un cantante de club nocturno, luchando contra sus demonios internos y una vida de pasividad que intenta cambiar a través de la acción. Esa ambivalencia es, quizás, el corazón de la película.

La dirección de Gilbert logra equilibrar la acción submarina, que, si bien no es tan espectacular como podría haber sido con los efectos especiales actuales, es funcional y satisfactoria, con escenas subacuáticas bien coreografiadas y un trabajo de fotografía interesante. El guion, escrito por Michael St. John y Peter Brennan, no es particularmente complejo, pero posee un ritmo constante y una narrativa directa que mantiene la atención del espectador. Los diálogos, aunque a veces algo clichés, contribuyen a la atmósfera de aventura y, en algunos momentos, incluso a la comedia ligera. Sin embargo, la historia a veces cae en lugares predecibles, y el desarrollo de algunos personajes, como la antagonista Dina Bishop, resulta superficial.

Las actuaciones complementarias son sólidas. Dodie Marshall ofrece una interpretación encantadora y convincente como Jo Symington, aportando un toque de sofisticación y una mezcla de pragmatismo y vulnerabilidad. Pat Harrington Jr. como Judd Whitman complementa la dinámica del grupo con su espíritu libre y su disposición a meterse en problemas. No obstante, la antagonista, Skip Ward, es un personaje plano y poco desarrollado, lo que limita el impacto del conflicto. La relación entre Carey y Bishop, aunque central en la trama, se siente a menudo forzada y poco creíble.

La banda sonora, compuesta por Wally Gold, es, sin duda, uno de los mayores logros de la película. Los temas musicales, que incluyen “All Shook Up” y “Heartbreak Hotel”, no son simplemente adornos, sino que contribuyen significativamente a la atmósfera de la historia, evocando la nostalgia, la melancolía y la pasión de los personajes. Las canciones se integran a la perfección en la narrativa, realzando las emociones y los momentos clave de la trama. La película, en resumen, es un entretenimiento clásico, una aventura submarina con un toque de romance y una banda sonora que perdura en la memoria.

Nota: 7/10