Companion (2025)

“Companion” de Ben Wheatley es un ejercicio de atmósfera opresiva y misterio psicológico que, a pesar de sus evidentes influencias, logra crear una experiencia cinematográfica inquietante y memorable. La película no busca ofrecer respuestas fáciles; en cambio, se sumerge en la mente de sus personajes, explorando sus miedos, traumas y, sobre todo, sus percepciones distorsionadas de la realidad. La historia, centrada en la muerte de un magnate tecnológico y los amigos que acompañan a su esposa en una remota finca, es un pretexto para la exploración de las dinámicas entre personajes y el lento desmoronamiento de la cordura.

Wheatley, conocido por su estilo vanguardista y experimentos visuales, demuestra aquí una maestría particular en la construcción del suspense. La dirección es, sin duda, el punto fuerte de la película. Cada plano está cuidadosamente elaborado, utilizando la luz y la sombra para generar una sensación constante de incomodidad y desorientación. La fotografía de Jasper Wolf es sublime, creando paisajes de gran belleza que, a la vez, transmiten una palpable sensación de aislamiento y amenaza. El uso del sonido, con sus crepitaciones, sus susurros y sus melodías inquietantes, es igualmente efectivo, contribuyendo a la atmósfera general de paranoia.

Las actuaciones son sólidas y consistentes. Samuel D. Hunter, como el terapeuta y acompañante, entrega una interpretación cautivadora, transmitiendo la incomodidad y el nerviosismo de un hombre que se ve forzado a confrontar sus propios demonios. Riley Keough, como la esposa, muestra una vulnerabilidad y una fuerza interior que contrastan de manera interesante con la aparente calma exterior. El resto del elenco cumple con creces, aportando matices y profundidad a las relaciones que se desarrollan en la casa. La dinámica entre los personajes, marcada por la incomunicación, la desconfianza y los secretos, es la clave para comprender la progresiva desintegración de la trama.

Sin embargo, el guion, aunque ingenioso en su planteamiento inicial, tiene algunas fallas. El ritmo, a veces, se ralentiza excesivamente, lo que puede resultar tedioso para algunos espectadores. Aunque la ambigüedad es un elemento central de la película, a veces se siente que la falta de explicaciones claras restringe la capacidad de conexión emocional del público con los personajes. La película abraza la incertidumbre, a veces llegando a un punto donde se siente como un ejercicio de incomodidad sin un objetivo claro. No obstante, esta decisión estilística también es parte de la filosofía de Wheatley: la búsqueda de una verdad más allá de lo tangible, explorando la subjetividad y la fragilidad de la percepción.

En definitiva, “Companion” es una película que exige una cierta disposición por parte del espectador. No es un thriller convencional, ni una película fácil de digerir. Es una experiencia cinematográfica que invita a la reflexión, que cuestiona la realidad y que deja una sensación persistente de inquietud. Si bien su ritmo puede ser irregular y su ambigüedad un obstáculo para algunos, su atmósfera opresiva, su dirección magistral y su planteamiento original la convierten en una obra destacable del cine independiente.

Nota: 7/10