Con Amor, Liza (2002)

“Con Amor, Liza” es una película que se aferra a la complejidad del duelo, no la simplifica ni la reduce a una narrativa lineal. El director, Sean Pellham, no busca ofrecer una respuesta fácil a la tragedia que la consume al protagonista, Thomas, interpretado magistralmente por Paul Rudd. Rudd entrega una actuación silenciosa pero profundamente conmovedora, transmitiendo la confusión, el dolor y la incapacidad de procesar la pérdida con una sutileza que roba el aliento. Su actuación evoca un sentimiento de aislamiento palpable, la lucha interna por aferrarse a la realidad y, en última instancia, la fragilidad del ser humano ante el abismo.

La película se construye en torno a la persistente imposibilidad de Thomas para abrir la carta de Liza, una carta que contiene, presumiblemente, las razones detrás de su decisión. Esta obstinación no es vista como una resistencia heroica al dolor, sino como un mecanismo de escape, una forma de retrasar la inevitable aceptación de la realidad. La escena del "olfateo de gasolina" es particularmente perturbadora y, a mi juicio, la mejor – y más controvertida – representación visual del estado mental del personaje. No es un acto de desesperación bélica, sino una forma de anular el olor de Liza, de intentar borrarla de su entorno. La dirección, en estos momentos, logra un equilibrio impecable entre lo grotesco y lo íntimo, acercándonos a la disonancia interna de Thomas sin moralizarlo.

Sin embargo, la película no está exenta de imperfecciones. El guion, aunque inteligente, a veces se adentra demasiado en la introspección del protagonista, sacrificando el desarrollo de personajes secundarios como la suegra, interpretada con una honestidad física pero, en cierto modo, limitada por Kristin Chenoweth. Su papel, que podría haber sido un catalizador para la evolución de Thomas, queda relegado a una figura más bien presente que ofrece consuelo sin llegar a penetrar en la esencia del protagonista. Se podría haber explorado más la dinámica familiar, la carga del duelo compartido y las tensiones inherentes a la relación entre Thomas y su suegra.

A pesar de estos pequeños fallos, “Con Amor, Liza” es una película valiente y provocadora. Pellham no se conforma con un melodrama convencional, sino que se atreve a mostrar la ambigüedad del duelo, la dificultad de encontrar sentido en la pérdida y la incapacidad de comprender completamente la mente de otro ser humano. La película, con su cuidada fotografía y su banda sonora evocadora, logra crear una atmósfera de melancolía y desesperación que cala hondo. Es una película que permanece en la memoria mucho después de haber terminado, invitando a la reflexión sobre la fragilidad de la vida y la importancia de la conexión humana. La dirección es sólida y la actuación de Rudd, sin duda, es un punto fuerte, convirtiendo la película en una experiencia cinematográfica memorable.

Nota: 7.5/10