Con el arma a punto (1993)

“Con el arma a punto” es una película que, en una época donde la parodia parece un género en declive, se erige como un refrescante y, a veces, sorprendentemente eficaz homenaje al arquetipo de la "buddy movie". El director, Jon Watts, se sumerge con gusto en la tradición de la comedia policial, rescatando los elementos más entrañables y, a la vez, subviértiendo convenciones con una precisión que resulta bastante divertida. La película no pretende ser un análisis profundo de la corrupción policial, sino que, en su lugar, ofrece un entretenimiento ligero y repleto de situaciones absurdas y diálogos ingeniosos.

La dinámica entre el joven y frustrado agente Brody (Owen Wilson) y el veterano y excesivamente metódico Hal Berkman (Danny Glover) es, sin duda, el corazón de la película. Wilson, como siempre, aporta su particular sentido del humor, interpretando a un oficial que se siente constantemente infravalorado y que busca, en vano, un camino que le permita demostrar su valía. Glover, por su parte, ofrece una interpretación sólida y llena de matices, interpretando al exagente que se enfrenta a su inminente jubilación y que se ve forzado a colaborar con un compañero tan poco convencional como él. La química entre ambos actores es palpable, generando momentos cómicos genuinos y una cierta ternura inesperada. Sus intercambios de miradas, sus constantes desacuerdos y sus intentos fallidos de entenderse son, en esencia, lo que hace que la película funcione tan bien.

El guion, escrito por Phil Lord y Christopher Miller, los responsables de "Entre los muertos", demuestra su maestría en el arte de la comedia. La trama, centrada en la investigación de un asesinato dentro de la policía de Los Ángeles, es sencilla pero efectiva. Se construye a partir de situaciones cómicas y personajes caricaturescos, evitando caer en estereotipos y proponiendo una visión poco convencional de la justicia y la policía. Si bien la historia no destaca por su originalidad, sí que es capaz de generar momentos de tensión y suspense, aunque siempre con un toque de humor. La película se atreve a parodiar elementos clave del género, como las explosiones, las persecuciones a alta velocidad y el uso excesivo de armas, sin sacrificar la coherencia narrativa.

En cuanto a la dirección de Jon Watts, se observa un control preciso y una capacidad para sacar el máximo partido del talento de sus actores. La película está bien rodada, con una fotografía colorida y dinámica que contribuye a crear una atmósfera divertida y desenfadada. El ritmo es ágil, manteniendo al espectador enganchado desde el principio hasta el final. Sin embargo, hay que reconocer que el estilo de Watts es un tanto repetitivo y que, a veces, la comedia se siente un tanto forzada. La película no es una obra maestra, pero sí que es un entretenimiento sólido y entretenido, especialmente para aquellos que disfrutan de las parodias de acción.

Nota: 7/10