Con plumas y a lo loco (1997)

“Con plumas y a lo loco” (Feathers and Fury) es una película que, en lugar de ofrecer un espectáculo de la vida homosexual, nos presenta un espejo, aunque un espejo ligeramente distorsionado, de las complejidades emocionales y existenciales de un grupo de hombres que se encuentran en una encrucijada. La dirección de Ben Sherman se caracteriza por su atmósfera introspectiva, evitando los clichés y la melodrama gratuito, centrándose en la construcción de personajes y sus interacciones silenciosas. Sherman logra crear una sensación de aislamiento palpable en la casa de campo, un espacio claustrofóbico que refleja la lucha interna de cada protagonista.

El núcleo de la película reside en la dinámica entre sus siete invitados. Cada uno de ellos porta consigo un pasado, un secreto o una lucha que define su presente. Gregory, el anfitrión, es un personaje enigmático, atormentado por su propia historia, y se muestra en una constante tensión entre la necesidad de proporcionar refugio y el deseo de comprender a sus invitados. Las actuaciones son sólidas, pero destacan especialmente la de Kevin Corrigan como Gregory, que transmite una vulnerabilidad contenida y un profundo sentimiento de melancolía. Las interpretaciones de los demás actores, entre ellos Jonathan Demme, Scott Wilson y William H. Macy, son igualmente convincentes, cada uno aportando una profundidad y una complejidad sutiles a su personaje.

El guion, coescrito por Sherman y el propio Ben, no busca ser grandilocuente. No hay grandes revelaciones ni momentos de catarsis explosivos. La película se basa en diálogos densos y sugerentes, en miradas cargadas de significado y en las pequeñas incongruencias que revelan las tensiones latentes. El tema de la enfermedad, especialmente la Sida representada por James, se aborda con una honestidad y una sensibilidad que evitan la patética. No se trata de una glorificación de la enfermedad, sino de una representación cruda de cómo afecta a una persona y a sus relaciones. La relación entre Ramón y Bobby, por ejemplo, es delicada y llena de matices, explorando la atracción física y emocional en un contexto marcado por la enfermedad y la incertidumbre.

Sin embargo, la película no está exenta de algunas fallas. A veces, la lentitud narrativa puede sentirse un poco abrumadora, y algunos personajes, como James, aunque bien interpretados, no desarrollan la profundidad que merecen. No obstante, “Con plumas y a lo loco” es una obra que invita a la reflexión, que desafía las expectativas del espectador y que ofrece una visión honesta y conmovedora de la experiencia homosexual en los años ochenta, un período marcado por la enfermedad, la discriminación y la búsqueda de identidad. Es una película que se queda con el espectador mucho después de que termina, planteando preguntas sobre la amistad, el amor, la enfermedad y la aceptación de uno mismo. Es un retrato potente, aunque no siempre fácil de ver, de la fragilidad y la fortaleza del espíritu humano.

Nota: 7/10