“Conan, el Bárbaro” (1982) de Richard Fleischer es una película que, a pesar de su edad, aún conserva una fascinación particular: la de un cineasta que, desafiando las convenciones de su tiempo, logró crear un espectáculo visualmente impactante y, en muchos aspectos, sorprendentemente salvaje. La película no busca ser un estudio profundo de la moralidad o una reflexión filosófica; en cambio, se entrega de lleno a la entrega de un relato épico y brutal, un himno a la fuerza bruta y al deseo de venganza, elementos que, en la época del cine de aventuras de los 80, eran innegablemente atractivos.
La dirección de Fleischer, aunque no siempre pulida, es lo que realmente eleva la película. No intenta imitar las convenciones del género de espada y escudo. En lugar de ello, apuesta por una estética que recuerda más a las películas de western con toques de fantasía. El vestuario, los escenarios (principalmente construidos en un estudio de sonido en Puerto Rico) y los efectos especiales, aunque hoy en día pueden parecer datados, logran una atmósfera de un mundo primordial y peligroso. Hay una clara influencia del cine de aventuras de Errol Flynn, pero Fleischer le añade un toque de desesperación y violencia que la diferencia notablemente de las películas de héroes ideales del pasado.
Arnold Schwarzenegger, en sus inicios, ofrece una interpretación sorprendentemente convincente de Conan. Su físico imponente es, obviamente, un factor clave, pero lo importante es que logra transmitir la ira y el dolor de un hombre que ha sufrido horrores inimaginables. Su actuación es más rugidos y expresiones faciales que diálogos, y es comprensible, dado el guion, que el desarrollo de su personaje se centre en sus actos y su fuerza física. La química entre Schwarzenegger y Sandahl Bergman como Valeria es interesante y agrega tensión a la dinámica del grupo. Las interpretaciones de Courtney Cox como la joven y enigmática Zelia y James Earl Jones como el sorpresivo y amenazante Thulsa Doom, aunque ligeramente caricaturescas, cumplen su cometido. Jones, en particular, deja una impresión duradera gracias a su voz imponente y su presencia magnética.
El guion, escrito por Stephen Deutsch y Chuck Yudell, es lo más débil de la película. Si bien sirve para construir la trama principal del viaje de venganza, carece de profundidad y a menudo recurre a clichés del género. Los diálogos son repetitivos y la historia, aunque entretenida, podría haber sido mucho más elaborada. Sin embargo, la película compensa esta deficiencia con su atmósfera inmersiva y la acción visceral que se despliega en pantalla. Las escenas de combate son brutales y directas, mostrando la lucha cuerpo a cuerpo como la herramienta principal de Conan. No hay trucos ni efectos especiales, solo la fuerza y la determinación del protagonista.
En definitiva, "Conan, el Bárbaro" es un clásico del cine de aventuras, un hito importante en la carrera de Arnold Schwarzenegger y una película que, si bien tiene sus defectos, ofrece una experiencia cinematográfica intensa y memorable. Es una película para aquellos que buscan una acción sin complejos y un espectáculo visual que transporta al espectador a un mundo de barbarie y leyenda.
Nota: 7/10