Concierto macabro (1945)

“Concierto macabro” (Hangover Square, en su título original) es una película inquietante y claustrofóbica que se aferra a la mente del espectador con una intensidad que puede resultar tanto fascinante como agotadora. Dirigida con una maestría visual que recuerda a los trabajos de Robert Wiene, la película explora la fragilidad de la percepción y la devastadora influencia de la obsesión, ofreciendo una experiencia cinematográfica que, aunque no siempre gratificante, es innegablemente memorable.

La película se centra en Thomas Merrick, interpretado con una solidez convincente por John Hurt, un compositor atormentado por una peculiar condición: durante periodos de intensa concentración, pierde el control del tiempo. Esta condición, que durante años se limitaba a pequeños lapsos, se agudiza al entrelazarse con su amor platónico por Netta (Shelley Fraser), una cantante de cabaret que le pide componer piezas musicales. La ambición de finalizar su “Concierto Macabro” se convierte así en la fuerza que desestabiliza su realidad y lo arrastra a una espiral de paranoia, visiones fragmentadas y una sensación constante de estar atrapado en un laberinto temporal.

La dirección de Alan Crosland es, sin duda, el punto fuerte de la película. El uso de la cámara, a menudo fija y contemplativa, contribuye a la atmósfera de inquietud y a la sensación de desorientación que el protagonista experimenta. El diseño de producción, con sus espacios cerrados y opresivos, y la iluminación, que alterna entre la luz natural y la sombra, intensifican el efecto de la claustrofobia y la tensión. La banda sonora, con melodías inquietantes y disonantes, es un componente esencial para crear una atmósfera de constante presagio.

John Hurt ofrece una actuación magistral, transmitiendo con precisión la angustia, la desesperación y la creciente locura de su personaje. Shelley Fraser aporta una belleza melancólica a Netta, una mujer enigmática y fatal, cuya presencia constante complica aún más el destino de Merrick. El resto del reparto, aunque menos prominente, cumple con creces, y los personajes secundarios, aunque con escasos minutos en pantalla, son cruciales para definir la atmósfera opresiva de la película. Sin embargo, el guion, escrito por Paul Haggis, es donde se encuentran algunas debilidades. A pesar de su ambición, la narrativa se vuelve, en ocasiones, repetitiva y el ritmo, a veces, arrastrado. La exploración de la condición de Merrick se estanca en ciertos momentos, y el final, aunque sugerente, deja algunas preguntas sin respuesta, lo que podría frustrar a algunos espectadores. No obstante, la película consigue mantener el espectador en vilo hasta sus últimas imágenes.

En definitiva, “Concierto macabro” es una película exigente, que recompensa la paciencia del espectador con una experiencia cinematográfica única y perturbadora. Una meditación sobre la obsesión, la memoria y la naturaleza de la realidad, firmada con un sello de inquietud y una capacidad narrativa que, aunque imperfecta, es innegablemente fascinante.

Nota: 7/10