Cook County (2009)

“Cook County” no es un thriller fácil de digerir, ni tampoco busca serlo. Es una película que se instala en la mente del espectador como una opresión, un ambiente húmedo y pesado que refleja la desesperanza que impregna la vida de Abe, su sobrina y, en última instancia, de todo el pueblo de Cook County. Esta película de Joe Swanberg, a pesar de su menor notoriedad en comparación con algunos de sus trabajos anteriores, demuestra una maestría particular en la construcción de tensión y en la exploración de la fragilidad humana.

El guion, en esencia, es minimalista pero excepcionalmente efectivo. Swanberg evita concesiones fáciles, centrándose en los pequeños detalles, en las conversaciones cargadas de ambigüedad, en los silencios incómodos que revelan más de lo que se dice. La narrativa no es lineal; se construye a través de la interconexión de fragmentos, saltando entre perspectivas y ofreciendo al espectador la oportunidad de interpretar la situación desde diferentes ángulos. Esta estrategia puede resultar desconcertante al principio, pero a medida que la película avanza, la complejidad se vuelve un elemento fundamental de su fuerza. La ambientación rural, sombría y casi desolada, con sus casas decrépitas y calles polvorientas, se convierte en un personaje más, exacerbando el sentido de aislamiento y peligro.

Las actuaciones son sobresalientes. Nick Robinson como Abe ofrece una interpretación sutil y profundamente conmovedora. Su juventud, su vulnerabilidad y su lucha interna se transmiten con una autenticidad palpable. Elisabeth Olsen, siempre una actriz de gran talento, aporta una fragilidad y una determinación que equilibran la desesperación de su personaje. Sin embargo, el verdadero centro de la película reside en el retrato de Bump, interpretado por John Hawkes. Hawkes logra convertir a este personaje, un criminal brutal y peligroso, en una figura trágica, un hombre atrapado en un ciclo de violencia que no parece tener salida. Su presencia es constante, amenazante, pero también genera una cierta empatía, una comprensión del dolor que lo ha convertido en aquello que es.

La dirección de Swanberg es precisa y observacional. Se evita el melodrama gratuito y se centra en la representación cruda y honesta de la vida en Cook County. La fotografía, en tonos apagados y con una iluminación que a menudo se limita a la penumbra, contribuye a la atmósfera claustrofóbica y opresiva. El uso del sonido también es crucial, con diálogos secos, silbidos de metano y el ritmo implacable de la música en las escenas de tensión. “Cook County” no es un entretenimiento fácil, pero es una experiencia cinematográfica intensa y memorable que obliga al espectador a confrontar la realidad de la violencia, la adicción y la búsqueda de redención, incluso cuando ésta parece inalcanzable. Es una película que deja una marca.

Nota: 8/10