“Cooley High” no es solo una película de instituto; es una cápsula del tiempo, un documento social y una pieza de comedia dramática que, décadas después, sigue resonando con una sorprendente fuerza. La película, ambientada en Chicago en 1968, no se limita a contar una historia de robos y acusaciones falsas, sino que teje una narrativa rica en personajes, relaciones y una atmósfera vibrante que captura la esencia de la adolescencia en una comunidad negra en plena transformación. La dirección de Eddie Murphy, a pesar de ser su debut cinematográfico, demuestra una habilidad notable para manejar a sus actores y guiar la narrativa, creando un ritmo que equilibra con maestría momentos de humor ligero y tensiones dramáticas palpables.
Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Glynn Turman, en el papel del Sr. Turner, ofrece una interpretación magnética y llena de matices. Su personaje no es simplemente el policía cínico, sino un hombre que lucha por mantener la integridad en un sistema corrupto y, a su vez, se preocupa genuinamente por los jóvenes de la comunidad. Lawrence Hilton-Jacobs, como el siempre optimista y divertido Billy Joe, aporta un alivio cómico esencial, pero su personaje también revela una vulnerabilidad y una nobleza inesperadas. Pero la verdadera estrella de la película, y un actor que hoy en día es inconfundible, es Garrett Morris como el carismático Sat Pollard. Su ingenio rápido y su presencia en pantalla son innegables, y su evolución a lo largo de la película, desde el chico travieso hasta el líder incisivo, es particularmente satisfactoria.
El guion, adaptado de la obra de teatro de Ron English, destaca por su realismo y su retrato honesto de la vida en la Near North Side. Se evita la idealización y se muestra la realidad de las presiones sociales, la discriminación y la injusticia. La trama, aunque sencilla en su premisa, permite explorar temas profundos como la amistad, la lealtad, la presión de la comunidad y las consecuencias de las decisiones. La película no juzga a sus personajes, sino que los presenta con sus virtudes y sus defectos, permitiendo al espectador formarse su propia opinión. El uso de la música, con un tema principal contagioso y una banda sonora cuidadosamente seleccionada, contribuye significativamente a la atmósfera general de la película. No es solo una película de instituto; es una suerte de “Coming of Age” que se centra en las consecuencias de la juventud.
En definitiva, “Cooley High” es una película atemporal que merece ser vista y reivindicada. Representa un importante hito en el cine independiente y un valioso retrato de la cultura afroamericana de la década de 1960. Su capacidad para entretener y conmover, combinada con su importancia histórica y cultural, la convierten en una joya del cine que sigue siendo relevante hoy en día.
Nota: 8/10