“Copperman” no es, sin duda, una película que redefine el género de superhéroes. Más que una mera adaptación de la figura icónica del niño superhéroe, se trata de una meditación introspectiva sobre la soledad, la identidad y la búsqueda de significado en un mundo que a menudo nos exige disimulosar nuestras vulnerabilidades. Luca Argentero, en el papel de Anselmo/Copperman, ofrece una actuación sorprendentemente sutil y conmovedora. No es el típico héroe radiante y poseedor de superpoderes; es un hombre roto, consumido por la culpa y la incomunicación, que encuentra en la creación del alter ego una forma de exorcizar sus demonios y conectar, aunque sea superficialmente, con el mundo. La dirección de Alessio Vicari es fundamental para el éxito de la película. La película se mueve con una sensibilidad melancólica, utilizando la ciudad como un reflejo del estado emocional del protagonista. Las tomas son deliberadamente lentas, permitiendo al espectador sumergirse en la atmósfera de introspección y aislamiento de Anselmo. Hay una elegancia visual que va más allá del mero espectáculo de acción, priorizando la representación psicológica del personaje. La banda sonora, integrada de manera efectiva, amplifica la sensación de vacío y anhelo que recorre la narrativa. El guion, adaptado de un cuento de Gianni Rodari, está lejos de ser una simple copia. Vicari y el guionista, Gianluca Rongoni, logran darle una profundidad inesperada al relato. La película se construye sobre la idea de que la autenticidad y la conexión humana son más importantes que el poder y la grandilocuencia. La relación entre Anselmo y Galatea Ranzi (que interpreta con matices y una belleza melancólica) es el núcleo emocional de la historia. Su encuentro es un catalizador que obliga al protagonista a confrontar sus propios deseos y limitaciones. Si bien la trama principal es decente, la película no evadirá, ni debe, la inevitable comparación con el arquetipo infantil del superhéroe. El triunfo de "Copperman" reside en su rechazo a la glorificación excesiva, en su aceptación de la complejidad de la condición humana. No es una película que te dejará con la adrenalina de una película de superhéroes convencional; es una película que te obliga a reflexionar sobre lo que significa ser un héroe, no en términos de poder, sino en términos de coraje, empatía y la capacidad de querer ser mejor. La película explora, con delicadeza y a veces con dolor, la idea de que a veces, la verdadera valentía reside en reconocer nuestras propias debilidades.
Nota: 7/10
