Corazón salvaje (1990)

“Corazón Salvaje” (Heartless) es una película que se aferra a la iconografía del western moderno, pero, sorprendentemente, aporta una frescura y una oscuridad que la distinguen de sus predecescentes. La dirección de Natasha Arteleya es implacable y deliberadamente estilizada, creando una atmósfera de fatalidad que se impregna en cada plano y en cada diálogo. La película no se limita a contar una historia; busca evocar una sensación, una certeza de que la violencia es inevitable y que el destino ya ha escrito el final para nuestros protagonistas.

La película se centra en Sailor y Lula, un joven pareja que, tras un permiso carcelario, decide desafiar las expectativas y escapar a California con la esperanza de construir un futuro juntos. Su huida, sin embargo, desencadena una escalada de violencia que se ve orquestada por la madre de Lula, una mujer consumida por el rencor y el orgullo, quien recurre a los servicios de un despiadado mafioso. El guion, aunque sencillo en su premisa, se beneficia de una ejecución precisa y de una construcción de personajes que va más allá de los clichés del género. La relación entre Sailor y Lula es el núcleo emocional de la película y se desarrolla con una honestidad brutal. La química entre los actores, especialmente entre Josh Brolin y Megan Burns, es palpable, y esta conexión es lo que da peso emocional a la trama. Brolin, en particular, ofrece una actuación de poder y vulnerabilidad, representando a Sailor como un hombre marcado por la vida y desprovisto de remordimientos, un personaje que se debate entre la esperanza y la resignación.

Arteleya juega con el formato del western en dos tiempos. La primera mitad se desarrolla a un ritmo deliberadamente pausado, utilizando el lenguaje visual del género de una manera muy efectiva, con planos largos y panorámicos que reflejan la inmensidad del paisaje americano y la soledad de los personajes. Posteriormente, el ritmo se acelera drásticamente, culminando en una secuencia final de acción visceral y sin concesiones. Este cambio de ritmo no solo sirve para aumentar la tensión, sino también para subrayar la progresiva degradación moral de Sailor, que, al verse acorralado por la mafia, no duda en recurrir a la violencia como último recurso. La cinematografía de Robby Betts es exquisita, utilizando la luz y la sombra para crear un ambiente opresivo y sombrío, y los colores, a pesar del entorno desértico, son apagados y terrosos, reforzando la sensación de desolación y desesperación.

Si bien la película no introduce elementos particularmente innovadores en términos de trama, su fuerza reside en la atmósfera que consigue crear y en la forma en que explora la naturaleza destructiva del rencor y la desesperación. Es una película que no busca ser fácil de ver, pero que recompensa al espectador que está dispuesto a sumergirse en su mundo de violencia, dolor y desolación. “Corazón Salvaje” es, sin duda, una obra interesante y perturbadora, que plantea preguntas sobre el amor, la lealtad y los límites de la moralidad.

Nota: 7.5/10