Corazón verde (1971)

“Corazón verde” (Green Hearts) es, paradójicamente, una película que nos obliga a confrontar la vacuidad del éxito material y la crueldad de la ambición desmedida. La dirección de Michael Winterbottom, conocida por su estilo documental y su compromiso con las historias difíciles, se manifiesta aquí en una sensibilidad que rara vez exhibe, aunque no siempre llega a ser la más impactante visualmente.

La película se centra en Henry, interpretado con una intensidad palpable por James McAvoy. McAvoy logra transmitir la superficialidad inicial de Henry, su incapacidad para conectar con los demás y su perpetua búsqueda de gratificación inmediata. No es un villano obvio; su desesperación y su vulnerabilidad, apenas ocultas, lo hacen tremendamente humano. La película se construye a partir de una serie de encuentros fugaces, de conversaciones breves y de gestos sutiles, que retratan la relación que se establece entre Henry y la mujer que conoce, Sophie, interpretada por Rachel McAdam. Esta dinámica, central en la trama, es la que, a mi parecer, ofrece la mayor riqueza narrativa. No se trata de una historia de amor convencional, sino de un encuentro entre dos individuos desesperados, cada uno de ellos buscando una salida a su propio dolor existencial. La tensión no reside en el romance, sino en la inevitable confrontación con la realidad de sus vidas.

La película no es un festival de diálogos brillantes, y quizás esto sea precisamente lo que la diferencia de otros dramas contemporáneos. El guion, coescrito por Winterbottom y James Cant, se basa en la economía de medios. Se centra en la observación, en la representación de la incomodidad y en la sugerencia. Hay momentos de gran fuerza emocional, especialmente aquellos en los que se vislumbra la pérdida y el arrepentimiento de Henry. Sin embargo, también hay momentos que pueden sentirse algo repetitivos, donde la relación entre los personajes se siente un poco plana y predecible. La ambientación, que se desarrolla en Londres y en el campo inglés, contribuye a la atmósfera melancólica y opresiva de la película. No es un lugar de escape, sino un reflejo de la soledad y la desconexión que sienten los personajes.

La actuación de Rachel McAdam, aunque más contenida que la de McAvoy, es igualmente fundamental para el éxito de la película. Ella aporta una quietud y una profundidad que equilibran la personalidad excéntrica de Henry. La química entre los dos actores es genuina y es lo que permite que la historia, aunque no sea grandilocuente, tenga una cierta resonancia. “Corazón verde” no ofrece soluciones fáciles ni finales felices. Es una película que plantea preguntas incómodas sobre el valor de las relaciones humanas, sobre la búsqueda de la felicidad y sobre la responsabilidad que conlleva el dinero y la fortuna. No es un espectáculo para el entretenimiento ligero, pero sí es una experiencia cinematográfica que invita a la reflexión y que, a largo plazo, se queda en la memoria.

Nota: 7/10