“Coriolanus” de Oliver Stone es, a priori, una apuesta audaz y arriesgada. La decisión de trasladar el clásico de Shakespeare a la Roma contemporánea, con sus dinámicas de poder políticas y militares modernas, se presenta como una reinterpretación interesante, aunque la ejecución final, debo decir, no alcanza la brillantez que se esperaba. La película se adentra en la oscuridad de la ambición, la traición y el conflicto personal, elementos que caracterizan, indudablemente, a la obra original de Shakespeare, pero el resultado final, aunque visualmente impactante, carece de la profundidad y el lirismo que el drama histórico requiere.
Stone logra recrear la atmósfera de una Roma en crisis, donde la política es un juego despiadado y la lealtad es un bien escaso. Las imágenes de la película son grandiosas: palacios imponentes, calles llenas de vida y batallas épicas que, sin duda, destacan. La banda sonora, meticulosa y en ocasiones oscura, contribuye a la atmósfera opresiva y al sentido de peligro constante. Sin embargo, el exceso de estilismo, a veces, resta importancia a la narrativa. La película se pierde a veces en la grandilocuencia, optando por efectos visuales sobre la construcción de personajes complejos y el desarrollo de la psicología de sus protagonistas.
La actuación de Christian Bale como Coriolano es, en general, convincente. Bale, con su imponente presencia física y su capacidad para transmitir la intensidad de su personaje, logra plasmar la transformación de un joven prodigio militar en un hombre consumido por la ambición y la desconfianza. Sin embargo, la película no le permite explorar completamente la contradicción inherente al personaje: su orgullo, su deber y su capacidad para la compasión se presentan de forma abrupta, sin profundizar lo suficiente en el conflicto interno de Coriolano. Ulrika Jonsson, como Cornelia, la madre de Coriolano, ofrece una interpretación sólida, pero su personaje, aunque relevante, se siente relegado a un segundo plano. Las relaciones entre los personajes principales, especialmente la tensión entre Coriolano y el Senador Trifonio, interpretado por Tom Sturridge, se presentan con un ritmo acelerado, lo que impide que el espectador se sumerja completamente en la dinámica de poder y las motivaciones de los personajes.
El guion, escrito por Stone y otros colaboradores, es a veces inconsistente. Si bien la estructura general de la película sigue la línea argumental de la obra de Shakespeare, la adaptación introduce elementos nuevos que, en algunos casos, no se integran plenamente en la historia. La película intenta ofrecer una lectura crítica de la política romana y de las dinámicas de poder, pero estos temas se abordan de forma superficial, sin profundizar en las causas de la corrupción y la injusticia. La película tiene un mensaje claro, al menos en apariencia, sobre la necesidad de la humildad y el sacrificio, pero este mensaje no se transmite con la fuerza y la sutileza que merece. En definitiva, “Coriolanus” es una película visualmente atractiva pero, narrativamente, incompleta. Un esfuerzo ambicioso que, aunque valioso, no alcanza la grandeza prometida.
Nota: 6.5/10