“Corredor de fondo” (Rear Window, 1954) de Alfred Hitchcock es, con certeza, una joya atemporal del cine. Más que una simple historia de espías o detectives, es una magistral exploración de la celulitis, la hipocresía social y la fragilidad de la percepción. Hitchcock, como siempre, despliega su genio en la dirección, creando una atmósfera de inquietud palpable desde los primeros planos de Lisa Neff, interpretada con una sutileza casi palpable por Grace Kelly. La Kelly que conocemos, elegante y sofisticada, aquí se desvela como una mujer rodeada de una melancolía silenciosa, intensificada por la claustrofobia de su situación. La película se construye sobre una idea central poderosa: la soledad y el aislamiento, tanto físico como emocional, son una poderosa herramienta para revelar la verdad, o al menos, nuestra *interpretación* de la misma.
La dirección de Hitchcock es impecable. La obra maestra reside en cómo utiliza la cámara, las lentes y el montaje para transmitir el estado mental de Jeff, el fotógrafo que observa las vidas de sus vecinos a través de las ventanas de su apartamento. La composición de cada plano es meticulosamente calculada, y la cámara, a menudo lenta y observadora, se convierte en un personaje más en la narrativa, un testigo silencioso de la creciente paranoia y la obsesión de Jeff. La utilización de los primeros planos, especialmente cuando se centra en el rostro de Jimmy Stewart, es brillante, comunicando su creciente desesperación, su duda y su temor. Sin embargo, hacer que el espectador sienta la misma ansiedad que siente Jeff, es un logro que Hitchcock domina con maestría, y que resulta particularmente efectivo gracias a la iluminación y los tonos de color.
La película también destaca por las actuaciones, con Jimmy Stewart ofreciendo una interpretación conmovedora como un hombre que, aparentemente normal, se ve consumido por sus propios miedos. La relación entre Jeff y sus vecinos, especialmente la de la pareja, Mary (Simone Simon) y el coronel Ferguson (Charles Boyer), es un fascinante estudio de personajes, lleno de sospechas y secretos. No obstante, la verdadera fuerza emocional de la película reside en la complicada dinámica entre Jeff y Libby, la mujer embarazada que él abandonó. La película, a través de las cartas y las conversaciones telefónicas que intercambian, explora el dolor del rechazo, la culpa y el arrepentimiento. La ambigüedad que rodea el misterio que Jeff intenta resolver, sobre si realmente el coronel Ferguson es un asesino en serie o no, es deliberada y sirve para amplificar la sensación de incertidumbre y la crítica social hacia la moralidad superficial de la sociedad de la época.
Finalmente, el guion, adaptado de la obra teatral de Ira Levin, es un ejemplo de sofisticación. Hitchcock evita las soluciones fáciles y los clichés del cine negro, en su lugar, presenta una narrativa que es sutil, compleja y profundamente perturbadora. La película plantea preguntas sobre la confianza, la privacidad, el juicio y la verdad. No ofrece respuestas fáciles y, por eso, sigue generando debate y análisis hasta el día de hoy. “Corredor de fondo” es, en definitiva, una película que te obliga a reflexionar, a cuestionar tus propios juicios y a considerar la oscuridad que se esconde detrás de las apariencias. Es una obra maestra del suspense psicológico que merece ser vista y revistola varias veces.
Nota: 9.5/10