Corridas de alegría (1982)

“Corridas de alegría” es una película que desafía la categorización fácil. No es un western puro, ni una comedia en modo denso, sino una suerte de viaje de locos por el sur andaluz que se presenta como una reflexión, irónica y a veces agridulce, sobre la venganza, la pérdida y la búsqueda de la identidad. Dirigida por Álex de la Iglesia, la película se sumerge en un universo propio, una mezcla de referencias culturales y humor negro que, si bien puede resultar desconcertante para algunos, es precisamente lo que la hace tan memorable. De la Iglesia, con su sello distintivo, construye un paisaje visualmente rico y vibrante, una Andalucía saturada de color, música y personajes extravagantes.

La película se centra en Miguel, interpretado con una intensidad contenida por Raúl Arévalo, un hombre consumido por la venganza y la obsesión. Su búsqueda de Diana, su amada, lo lleva a un viaje compartido con Javier, un trilero extremadamente excéntrico interpretado con un carisma contagioso por parte de Eduardo Noriega. Noriega, a menudo, se alza como el corazón de la película, con sus diálogos rápidos, sus bromas y su visión del mundo. La química entre Arévalo y Noriega es, sin duda, uno de los grandes aciertos de la cinta. La relación entre ambos es compleja, marcada por la necesidad y la frustración, pero también por momentos de genuina amistad. Los demás personajes que pueblan el camino – un alcalde corrupto, una prostituta cantante, un pistolero con complejo de intelectual – son igualmente memorables y contribuyen a la atmósfera única de la película.

El guion, escrito por Álex de la Iglesia y el propio director, es un laberinto de situaciones absurdas y diálogos ingeniosos. No se toma la violencia demasiado en serio, sí, pero utiliza la comedia para abordar temas serios como el amor, el trauma y la justicia personal. Aunque a veces el ritmo se diluye en momentos de excesiva exuberancia, la película mantiene un hilo conductor interesante que culmina en una confrontación final que, aunque no es especialmente espectacular, es emocionalmente satisfactoria. La dirección es, como siempre, impecable. De la Iglesia domina el formato de “road movie” con una maestría que le permite crear un ambiente visualmente impactante y crear un ritmo que, a pesar del caos que lo rodea, sigue siendo atractivo. La banda sonora, plagada de música española y rock clásico, es otro elemento fundamental para crear la atmósfera particular de la película.

En definitiva, "Corridas de alegría" es una experiencia cinematográfica que requiere una mente abierta y una disposición a dejarse llevar por su extraña lógica. No es una película para todos los públicos, pero aquellos que se aventuren a seguir el camino de Miguel y Javier encontrarán una historia original, divertida y, a su manera, conmovedora. La película nos recuerda que, a veces, la búsqueda de la venganza no tiene sentido, y que el verdadero camino reside en dejar atrás el pasado y aceptar el presente.

Nota: 7/10