Corrupción en el poder (2010)

“Corrupción en el Poder” (Influence, en su título original) no es un thriller político convencional. No ofrece explosiones, persecuciones frenéticas ni momentos espectaculares de acción. En cambio, construye, con una meticulosa paciencia, un retrato profundamente inquietante y revelador de la podredumbre que puede prosperar en los rincones más oscuros del poder y la influencia política. La película, dirigida por Mark Rylance, se centra en la vida de Jack Abramoff, un lobbista republicano que, a través de una red de fraudes y sobornos, transformó su posición para enriquecerse a costa de las tribus indígenas de Estados Unidos. Y lo hace con una lentitud deliberada que, paradójicamente, intensifica el horror de su ascenso y caída.

Rylance, conocido por su interpretación sutil y precisa en obras como “Bridge of Spies”, opta por una dirección minimalista, casi documental, que se centra en la evolución de Abramoff. No se siente justificado mostrar la violencia o la corrupción explícitamente. La película se basa en la observación de la atmósfera, en los pequeños detalles que revelan la ambición desmedida y la falta de escrúpulos del personaje. Hay un trabajo notable en la construcción de los personajes secundarios, personas que se ven arrastradas por el sistema, por la promesa de riqueza, y que, en el fondo, son las víctimas más silenciosas de la trama. La película evita caer en estereotipos y presenta una galería de individuos complejos, con motivaciones comprensibles, aunque las consecuencias de sus acciones sean devastadoras.

La interpretación de Mark Rylance es, sin duda, el núcleo de la película. Su Abramoff no es un villano caricaturesco, sino un hombre ambicioso, inteligente y, en cierto modo, patético. Rylance consigue transmitir la vacuidad moral, la insensibilidad y la ausencia de empatía que caracterizan a su personaje, no a través de miradas pomposas o discursos grandilocuentes, sino mediante una actuación de microgestos y una mirada que revela una profunda desconexión con el mundo exterior. La película no le da a Abramoff un atractivo redentor; lo presenta tal como es, un hombre consumido por el deseo de poder y riqueza, sin remordimientos ni reflexiones profundas.

El guion, adaptado de un libro de investigación de Alex Berenson, es sólido y bien estructurado. La narrativa se desarrolla con un ritmo pausado, pero constante, permitiendo al espectador sumergirse en la trama y comprender la complejidad de las relaciones entre Abramoff, los representantes del Congreso y las tribus indígenas. Se prestan especial atención a las negociaciones, a los contratos irregulares, a las promesas incumplidas y a la utilización de recursos para beneficio propio. No se intenta simplificar la historia, sino presentarla tal como es, llena de matices y contradicciones. Aunque algunos pueden considerar el ritmo lento, este es precisamente lo que permite la profundidad del retrato que la película ofrece.

Nota: 8/10