Cortina rasgada (1966)

“Cortina rasgada” (1981) no es, quizás, el thriller de espías más frenético o espectacular de su época, pero sí, sin duda, una joya de suspense psicológico que se mantiene sorprendentemente fresca después de más de cuatro décadas. La película, dirigida por Robert Aldrich, logra un retrato inquietante y a menudo incómodo de la atmósfera opresiva de la Alemania Oriental del principio de los años 80, utilizando la paranoia como herramienta principal para generar tensión y mantener al espectador en vilo. Aldrich, conocido por su maestría en la dirección de escenas perturbadoras, logra que el lector se sienta atrapado en la claustrofobia del país comunista, donde la sospecha se instala como un inquilino persistente.

El guion, adaptado de la novela homónima de John Le Carré, es preciso y se centra en la tensión humana más que en la acción. La trama, aunque sencilla en su premisa central, se alimenta de las dudas y los dilemas morales de sus protagonistas. Michael Armstrong, interpretado con una notable sutileza por Steve McQueen, está atrapado en una trampa peligrosa desde el principio. La película se adentra en la complejidad de su engaño, mostrando las consecuencias de sus actos y cómo esta intriga lo consume. McQueen aporta una presencia imponente, pero lo que realmente destaca es su capacidad para transmitir vulnerabilidad y temor. La relación con Sarah, personificada por Faye Dunaway, se ve puesta a prueba hasta el límite, y la química entre ambos actores es palpable, lo que añade una capa de realismo y complejidad a la situación.

Dunaway ofrece una actuación especialmente brillante como Sarah. Le Carré era conocido por sus personajes femeninos fuertes e independientes, y Dunaway cumple con creces esas expectativas. Sarah no es solo el interés amoroso de Michael; es una mujer inteligente, astuta y con un sentido del honor que la impulsa a tomar decisiones difíciles. Su desesperación por sobrevivir y proteger a su novio se manifiesta en cada escena, y su voz, fría y calculada, es una de las marcas de la película. Aldrich evita caer en estereotipos, construyendo un personaje femenino complejo y contradictorio, capaz de mostrar tanto fortaleza como miedo.

La película no se limita a mostrar las condiciones políticas de la Alemania Oriental, sino que explora la fragilidad del espíritu humano frente a la opresión. La atmósfera es pesada, cargada de sombras y silencios, y la música, por parte de Walter Susskind, contribuye a generar una sensación constante de amenaza. La puesta en escena, con sus interiores claustrofóbicos y sus exteriores desolados, refuerza la idea de un país que te consume lentamente. Es una película que no se basa en el espectáculo visual, sino en la construcción de una experiencia emocionalmente intensa.

Si bien algunas escenas pueden sentirse un poco prolongadas, la tensión se mantiene constante hasta el final. “Cortina rasgada” es, en definitiva, una película de espías inteligente y reflexiva que, a pesar de su época, sigue siendo relevante por su análisis del poder, la traición y la condición humana.

Nota: 8/10