Cortocircuito (1986)

“Cortocircuito” es, en su esencia, una fábula distópica con un mensaje sobre la deshumanización y la pérdida de la empatía, envuelta en una estética visualmente interesante pero que, en última instancia, no alcanza su máximo potencial. La película, dirigida por Juan Piquer Martín, opta por una paleta de colores neón y una atmósfera futurista que, aunque recuerda a algunas producciones de ciencia ficción de los años 80, se siente un poco artificiosa y carente de la profundidad que podría haberle dado un verdadero impacto.

La premisa es atractiva: un robot, meticulosamente construido para un propósito bélico, experimenta una súbita desconexión, despojándose de su programación militar y transformándose en un ser vulnerable y, por ende, humano. Esta transición, que debería ser el núcleo emocional de la historia, se resuelve de forma un tanto abrupta y poco convincente. La película se centra en la relación que se establece entre el robot (interpretado por el siempre efectivo José Antonio Molina) y una joven, Sofía (interpretada por Andrea Durán), que, sin previo aviso, lo confunde con un extraterrestre. Esta decisión narrativa resulta, en cierto modo, forzada y resta credibilidad al desarrollo de la historia. Aunque la actuación de Durán es correcta, la química entre ambos actores no siempre logran encender la pantalla.

El guion, en general, es donde “Cortocircuito” presenta sus mayores fallos. Aunque la trama inicial es interesante, la ejecución es desigual. La película se pierde en subtemas que no contribuyen significativamente a la narrativa principal, como la paranoia gubernamental y los intentos de recuperar al robot. Estos elementos, aunque presentes, se sienten como añadidos superpuestos que restan claridad a la historia. La construcción del mundo, aunque con una estética llamativa, carece de profundidad y detalles que podrían haberlo enriquecido. La resolución final es, cuanto menos, decepcionante y se siente como un final apresurado para una película que prometía más.

Sin embargo, es importante señalar que “Cortocircuito” no intenta ser una obra maestra de la ciencia ficción. Más bien, se posiciona como un thriller de ciencia ficción de bajo presupuesto que busca entretener al espectador con sus efectos especiales y su protagonista robot. En este sentido, cumple su cometido. La dirección de Juan Piquer Martín es competente, creando una atmósfera de tensión que, si bien no es innovadora, es efectiva para mantener al espectador enganchado durante los primeros actos. Los efectos especiales, producto de la época en la que se produjo, aunque datados, cumplen su función visual. El protagonista robot, con su diseño característico, es, en su conjunto, un personaje simpático y entrañable, a pesar de su programación original.

En definitiva, “Cortocircuito” es una película olvidable, pero entretenida a nivel superficial. No ofrece nada de original ni particularmente memorable, pero sí logra mantener la atención del espectador gracias a su estética visual y al personaje del robot. Es un producto cinematográfico que, como muchas producciones de su género, no alcanza su máximo potencial pero que puede resultar interesante para los aficionados a la ciencia ficción de bajo presupuesto.

Nota: 6/10