“Costa Brava, Líbano” no es una película que te enternece inmediatamente, sino que se va insinuando, como el olor acre del desecho que amenaza la fragile paz de los Badri. La película, dirigida por Lucien Carré, es una meditación densa y melancólica sobre la fragilidad de la familia, la búsqueda de refugio y la corrupción de la promesa de utopía. Nos presenta a la familia Badri, huyendo de Beirut para establecerse en una pequeña propiedad rural en el Líbano, un lugar que aspiran a transformar en un refugio lejos del caos y la mercantilización de su ciudad natal. Sin embargo, la tranquilidad que buscan se ve rápidamente desvanecida por la presencia inminente de un vertedero, un símbolo contundente de la amenaza del progreso descontrolado y la depredación del medio ambiente.
La dirección de Carré es sutil pero eficaz. Evita el melodrama barato, optando por un realismo crudo y una atmósfera opresiva. La fotografía de Christian Maillard, con una paleta de colores apagados y contrastes marcados, contribuye significativamente a esta sensación. Hay un uso deliberado de la luz y la sombra para enfatizar el aislamiento y la melancolía de los personajes. La banda sonora, compuesta por Sami Boustani, es un elemento esencial que potencia la tensión y la introspección, utilizando melodías árabes tradicionales mezcladas con sonidos electrónicos que reflejan la dicotomía entre el pasado y el futuro, la tradición y la modernidad. El ritmo pausado, a veces lento, permite que las emociones se desarrollen orgánicamente, alejándose de las narraciones lineales.
Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Anthony Akila como Karim, el hijo mayor que lucha contra sus demonios internos y el peso de la familia. Su interpretación es matizada y cargada de dolor, transmitiendo la frustración y el resentimiento de un joven que siente que su sueño de una vida mejor se desmorona ante sus ojos. También merece una mención especial Ala Younis como la matriarca, una mujer fuerte y resiliente que se aferra a su familia con una determinación inquebrantable. Sus ojos, llenos de cicatrices, reflejan un pasado devastador y una esperanza titubeante. La dinámica familiar, llena de secretos, reproches y silencios, es el núcleo de la película y se siente palpable en cada escena. El guion, escrito por Carré y Youssef Gamal, se centra en los problemas interpersonales y las relaciones familiares más que en la trama externa. Explora la compleja relación entre el deber familiar, el individualismo y la búsqueda de la felicidad, revelando las grietas y las contradicciones que subyacen a la aparente unidad familiar.
Si bien la película no ofrece respuestas fáciles y a menudo puede resultar un tanto abrumadora por su densidad, su fuerza reside en su capacidad para evocar un sentimiento de inquietud y nostalgia. No es un entretenimiento ligero, sino una reflexión profunda sobre la condición humana y las consecuencias de nuestras decisiones. “Costa Brava, Líbano” es una película que te sigue pensando mucho después de que los créditos finales hayan rodado. Es una obra que, por su temática y su estilo, se posiciona como un importante retrato de la vida en el mundo contemporáneo.
Nota: 8/10