Cremaster 2 (1999)

“Cremaster 2” no es una película para ser vista, sino para ser experimentada. Matthew Barney, a través de esta secuela, trasciende la mera narrativa cinematográfica y se sumerge en un territorio conceptual radicalmente inmersivo, que exige una entrega total del espectador. La película, más que contar una historia tradicional, es un viaje simbólico a través de la búsqueda de la integridad, una exploración obsesiva de la división y la resistencia a la misma. La estética, inherentemente gótica y surrealista, ya presente en *Cremaster 1*, se intensifica con una atmósfera opresiva, colores saturados y una meticulosa construcción visual que recuerda a las obras de Frank Horvat o incluso a los diseños de arte de H.R. Giger.

La dirección de Barney es, sin duda, el punto fuerte de la película. Su manejo del espacio y el tiempo es magistral. Las tomas prolongadas, a menudo sin diálogos, permiten que el espectador se sumerja en la experiencia, absorbiendo la sensación de desorientación, amenaza y una fuerza incontrolable que parece emanar del mismo paisaje. La banda sonora, compuesta por sigur ros, contribuye a esta sensación de incomodidad, de irrealidad. Barney parece deliberadamente querer romper con las convenciones narrativas, desafiando al público a cuestionar el significado de lo que está presenciando. La incorporación de Dave Lombardo, como una figura arquetípica del "motor" de la vida, añade una capa extra de complejidad a la exploración del desarrollo fetal y la lucha contra la separación.

La actuación de Norman Mailer, en un papel que va más allá de lo meramente interpretativo, es, a mi parecer, fundamental. Mailer no solo ofrece una presencia imponente, sino que también transmite, a través de su mirada y movimientos, un profundo sentimiento de inquietud y la lucha por aferrarse a algo que se está desvaneciendo. Lombardo, aunque con un papel más limitado, aporta una vitalidad cruda y una intensidad que contrasta brutalmente con la melancólica y casi espectral presencia de Mailer. La interacción entre los dos actores, llena de miradas cargadas y gestos sutiles, es el corazón palpitante de la película, el detonante de la confrontación simbólica.

El guion, o más bien, la estructura conceptual de la película, es su mayor debilidad y, a la vez, su mayor fortaleza. Barney no busca proporcionar respuestas fáciles; en cambio, plantea preguntas incómodas sobre la identidad, el poder, la repetición y la inevitable fragmentación de la existencia. La película, a pesar de su duración y su complejidad, requiere una lectura activa, una disposición a dejarse llevar por la corriente sin intentar analizarla intelectualmente. El proceso biológico que se presenta, vinculado al desarrollo fetal, no se explica, sino que se sugiere, se respira, se siente. Es una experiencia visceral que desafía la comprensión racional. "Cremaster 2" es un proyecto artístico ambicioso y, en gran medida, exitoso, aunque quizás demasiado exigente para el espectador promedio. Es una película que permanecerá en la memoria, dejando una huella profunda, aunque no necesariamente agradable.

Nota: 7/10