Crimen perfecto (1954)

“Crimen perfecto” es un thriller psicológico que, aunque no llega a ser la obra maestra criminal que algunos esperaban, ofrece un entretenimiento sólido y un estudio interesante de la ambición, la paranoia y la fragilidad de la percepción. Dirigida con pulso por Alan Hicklin, la película no se atreve a excesivos giros y vueltas que pueden resultar inverosímiles, sino que se concentra en construir una atmósfera densa y opresiva desde el principio, aprovechando al máximo la locación y el estilo visual. La fotografía de Ian Cameron es fundamental para este efecto; las escenas nocturnas de la casa señorial son particularmente impactantes, evocando una sensación de aislamiento y creciente inquietud.

La historia se centra en Tony Wendice, interpretado magistralmente por Denis Lawson. Lawson consigue transmitir la ambición desmedida y la creciente desesperación de su personaje, un hombre que ve su matrimonio destrozado por la infidelidad de su esposa, Margot (Sharon Small). Wendice, un ex-inspector de policía que ha tropezado con la suerte (o la desesperación), planea meticulosamente un plan para deshacerse de Margot, utilizando sus antiguos conocimientos de policía para orquestar un crimen que parece perfecto. Sin embargo, la suerte, como suele suceder en estos thrillers, no está del lado de los planeadores. Un evento fortuito le hace a Wendice ser el principal sospechoso, y el relato se convierte en una tensa danza de engaños y acusaciones.

Sharon Small, en el papel de Margot, ofrece una interpretación soberbia. Se percibe la vulnerabilidad, la ira y la confusión que siente una mujer acosada por su marido y acusada de un crimen que no ha cometido. Su actuación es sutil, pero poderosa, y su capacidad para transmitir la angustia interna es notable. La química entre Lawson y Small es palpable, y sus interacciones están llenas de tensión y sospecha. El guion, adaptado de la novela de Ruth Riddell, es inteligente pero no excesivamente complejo. Se centra en el desarrollo de los personajes y en la construcción del suspense, evitando los clichés del género. Si bien la trama puede parecer algo predecible para el espectador experimentado, la tensión psicológica que genera es efectiva y mantiene al público enganchado hasta el final.

La dirección de Hicklin consigue crear una sensación de desorientación que refleja la confusión de los personajes y el espectador. La película no ofrece respuestas fáciles y deja al público con preguntas sobre la verdad, la justicia y la naturaleza de la percepción. Si bien no es una película que marque un antes y un después en el género, “Crimen perfecto” es un thriller bien construido, con actuaciones sólidas y una atmósfera inquietante. Es una película que se disfruta, pensando en ella después de que termina.

Nota: 7/10