Crudo (2016)

“Crudo” (Raw) es, sin duda, una película que impacta por su crudeza literal y simbólica. Dirigida por Claire Denis, la película no se trata de un argumento complejo, sino de una exploración visceral y perturbadora de la adolescencia, la identidad y la pérdida de la inocencia. La película nos sumerge directamente en la experiencia de Justine, una joven que, producto de un entorno familiar extraordinariamente particular, se enfrenta a un cambio radical que desencadena consecuencias devastadoras.

La dirección de Denis es magistral en su economía visual y sonora. Se evita la explicación y se permite que la película hable por sí misma. El ritmo es deliberadamente lento, casi hipnótico, permitiendo que el espectador sienta la progresiva inquietud y el horror de Justine. La fotografía, con sus tonos apagados y su iluminación tenue, contribuye a crear una atmósfera opresiva y claustrofóbica que refleja la desorientación emocional de la protagonista. Las escenas de consumo de carne cruda no son gratuitas; se filman con un detalle inquietante, mostrando la textura y el olor de la carne, y transmitiendo la repugnancia física y moral que Justine experimenta. Es un ejercicio de resistencia al espectáculo, buscando la veracidad en la representación de una experiencia que, en la mayoría de las películas, podría ser romantizada o banalizada.

La actuación de Sofia Boutella como Justine es, sencillamente, extraordinaria. Boutella transmite la fragilidad y la vulnerabilidad de la joven con una sutileza que supera con creces la necesidad de grandes diálogos o gestos teatrales. Su mirada transmite una mezcla de confusión, deseo y creciente desesperación. No se trata de una actuación convencional; se observa una evolución sutil pero constante, a medida que Justine se hunde cada vez más profundamente en su nuevo camino. El resto del reparto, aunque con papeles más limitados, cumplen con creces sus funciones, contribuyendo a la atmósfera general de desconfianza y peligro.

El guion, aunque aparentemente sencillo, es el elemento más poderoso de la película. La historia se centra en la transición de Justine, su deseo de ser aceptada por sus nuevos compañeros y su gradual abandono de los principios que le han sido inculcados. No se ofrece una justificación moral para sus acciones, sino que se presenta la experiencia de una joven que, impulsada por un deseo inconsciente de probar, de rebelarse, se pierde en la oscuridad. La película no juzga a Justine; simplemente la observa, documenta su caída, y nos deja con la incómoda sensación de que, quizás, es algo inevitable. La ambigüedad moral es deliberada y, en última instancia, es lo que hace que la película sea tan memorable. La película nos obliga a confrontar nuestra propia capacidad de caer en la tentación y la monstruosidad que reside en el interior de cada uno de nosotros.

Nota: 8/10