Crueles intenciones (1999)

“Crueles intenciones” (Mean Girls) no es simplemente una comedia adolescente; es un retrato afilado y deliciosamente oscuro de la dinámica social de un mundo privilegiado. La película, con dirección de Nisha Trivedi y Greta Gerwig (como co-productora), logra construir una atmósfera palpable de paranoia, ambición y, sobre todo, de un juego sádico que consume a sus personajes. La elección de Trivedi para dirigir, a pesar de su relativamente poca experiencia, demuestra una capacidad sorprendente para captar la esencia del melodrama juvenil sin caer en la caricatura. Se nota que observa con detenimiento la coreografía del poder y la intimidad dentro de un grupo selecto, traduciéndolo visualmente a través de la puesta en escena, el vestuario y la banda sonora, que son elementos cruciales para el éxito de la película.

El guion, co-escrito por Tina Fey, Mark Waters y Bill Dam, es lo que realmente sostiene la película. Es un festín de diálogos ingeniosos y observaciones mordaces que se alimentan de la cultura popular de los años 90 y 2000, conectando sin esfuerzo con el público actual. Si bien la premisa, con una apuesta por un Jaguar, podría parecer trivial, la película la utiliza como catalizador para explorar temas más profundos como la identidad, el acoso escolar, la presión social y la búsqueda de aceptación. La construcción de los personajes es igualmente brillante: Katheryn, interpretada con una vulnerabilidad encantadora por Rachel McAdams, se revela gradualmente como una joven inteligente y decidida, mientras que Regina George, personificada con una malicia innegable por Amanda Seyfried, es un icono del poder tóxico con un pasado que la atormenta. Las actuaciones son, en su conjunto, sólidas, con un reparto joven y talentoso que se sumerge por completo en sus roles.

Sin embargo, “Crueles intenciones” no es una película para todos los gustos. La narrativa, aunque perspicaz, puede resultar a veces un poco lenta. El ritmo se beneficia de momentos de humor negro y situaciones absurdas, pero la tensión dramática se diluye en ocasiones. Además, la película se apropia de ciertos elementos de la obra original de Broadway, aunque logra darles una nueva perspectiva. La historia, pese a su base en la comedia, tiene momentos conmovedores y reflexivos que sugieren que el comportamiento de los personajes está impulsado por la inseguridad y la necesidad de ser validados por otros. No es una crítica al “girl power”, sino una indagación sobre las complejidades de la adolescencia y la búsqueda de un lugar en un mundo que a menudo parece incomprensible.

En definitiva, “Crueles intenciones” es una comedia inteligente y bien realizada que ofrece una mirada entretenida y, a veces, inquietante al mundo de las “mean girls”. Es una película que invita a la reflexión y que, con el paso de los años, probablemente se mantendrá como un clásico de su género.

Nota: 7/10