Cuando el destino nos alcance (1973)

“Cuando el destino nos alcance” es una película que no solo intenta provocar, sino que lo logra de una manera visceral y perturbadora. Ambientada en una Nueva York futurista y desoladora, la cinta de 1973, dirigida por Richard Fleischer, se erige como una inquietante premonición de los problemas sociales y medioambientales que enfrentamos hoy en día, pero con una estética y un tratamiento que la hacen particularmente memorable. La película no se dedica a las grandilocuencias de las distopías clásicas; en cambio, se centra en la banalidad de una sociedad al borde del colapso, donde la esperanza es un lujo inalcanzable.

La dirección de Fleischer es magistralmente sombría. La paleta de colores es fundamental: la saturación verde enfermiza del "soylent green" contrasta brutalmente con los grises opresivos de las calles y los edificios. Esta yuxtaposición visual no es gratuita; simboliza la esperanza artificial que la sociedad se aferra para ocultar la realidad, una realidad de contaminación, hambre y desesperación. El uso de la cámara es deliberadamente incómodo, con planos cerrados que enfocan los rostros de los personajes, revelando sus emociones de manera intensa. La película no busca la espectacularidad; su fuerza reside en la creación de una atmósfera sofocante, donde cada escena es un recordatorio de la decadencia inminente.

El guion, adaptado de la novela homónima de Harry Harrison, es sorprendentemente sólido. Aunque la premisa –un alimento sintético que es, en realidad, carne humana – pueda parecer predecible, la película la explora con una inteligencia y un realismo inquietantes. El detective Thorn, interpretado con una cautela y una desesperación creíbles por Rutger Hauer, es un personaje complejo, un hombre roto que lucha por aferrarse a su humanidad en un mundo que le ha quitado todo. Roth, interpretado con una dignidad triste por Joe Dulin, es un antiguo policía que representa la moralidad perdida de un tiempo ido. Su relación, aunque ambivalente, es el corazón de la película, un recordatorio de que incluso en el abismo, la compasión y la lealtad pueden sobrevivir.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. Algunos momentos pueden parecer lentos y la narrativa, aunque inteligente, no siempre es lineal. Pero estos pequeños inconvenientes se compensan con creces por la experiencia global que ofrece. “Cuando el destino nos alcance” no es un espectáculo visualmente impactante, sino una reflexión profunda sobre la naturaleza humana, el consumismo y las consecuencias de nuestras acciones. Es una película que te persigue mucho después de que terminan los créditos, obligándote a cuestionar el mundo en el que vives. La ambigüedad moral del filme y la construcción de un futuro sombrío son particularmente efectivos. Es una obra maestra de la ciencia ficción social, un clásico que merece ser redescubierto y apreciado.

Nota: 8.5/10