Cuando llega la noche (1985)

“Cuando llega la noche” no es, sencillamente, una película que se olvida fácilmente. Dirigida por Oriol Paulo, el creador de la tensa atmósfera y la imprevisibilidad que define su filmografía, la cinta ofrece un thriller psicológico que se construye sobre una base de suspense creciente, alimentado por una premisa inicial intrigante: un hombre que, tras descubrir la infidelidad de su esposa, se encuentra envuelto en una red de peligro que no entiende y del que parece no poder escapar. La película, en su núcleo, explora la fragilidad de la confianza y cómo un evento traumático puede desmantelar por completo el orden de una vida.

La dirección de Paulo es, como siempre, impecable. El ritmo es deliberadamente lento, pero no tedioso, cultivando una sensación constante de inquietud y aprensión. El uso de la luz y la sombra es magistral, creando una atmósfera opresiva que se impregna en cada escena. Paulo logra mantener al espectador en un estado de alerta permanente, anticipando, casi con certeza, que cualquier lugar, incluso el más aparentemente seguro como un aparcamiento de aeropuerto, puede convertirse en una amenaza. La película no rehuye mostrar la vulnerabilidad de sus protagonistas, lo que, paradójicamente, aumenta la tensión y la empatía por su destino.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Daniel Brühl, como Ed, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la confusión, el miedo y la frustración de un hombre que se siente arrastrado por una situación que no controla. Su evolución a lo largo de la película es palpable y se ve reflejada en su mirada, en su forma de moverse, en cada decisión que toma. Aunque la trama se centra en la pareja principal, el resto del reparto contribuye a la sensación de que la amenaza es omnipresente, con personajes secundarios que se muestran ambiguos y, en ocasiones, sospechosos. La química entre Brühl y la actriz que interpreta a su esposa, aunque no excepcional, es suficiente para que la dinámica entre ellos sea creíble y que sus dudas y miedos sean comprensibles.

Sin embargo, debo admitir que el guion, a pesar de su eficacia en el desarrollo del suspense, presenta algunas debilidades. La trama, aunque efectiva en su planteamiento inicial, se vuelve algo artificiosa en sus giros argumentales. Algunas revelaciones, aunque impactantes, se sienten forzadas y carecen de la profundidad que se esperaría de una película de este calibre. La resolución final, si bien satisfactoria desde un punto de vista narrativo, no está exenta de elementos que rompen con la verosimilitud del relato. A veces, la película parece depender demasiado de la sorpresa y el impacto momentáneo, sacrificando la construcción de personajes y la complejidad temática. A pesar de esto, la película logra mantener el interés del espectador hasta el final, gracias a su atmósfera tensa, sus giros inesperados y la innegable habilidad de Oriol Paulo para crear un thriller psicológico adictivo.

Nota: 7/10