Cuatro marineros y un destino (1984)

“Cuatro marineros y un destino” es una comedia militar que, a primera vista, se presenta como una sencilla escapada de cuatro cadetes de la Marina. Sin embargo, bajo la superficie de la diversión y las situaciones embarazosas, se esconde una reflexión más sutil sobre la pérdida de la inocencia, la presión social y la búsqueda de identidad en un entorno altamente estructurado. La película, dirigida con un ritmo ágil por el veterano de la pantalla Mark Robson, no intenta ser un drama profundo ni un estudio psicológico, sino que se contenta con ofrecer una experiencia ligera y entretenida, centrada en la comedia y el desarrollo de sus personajes.

La película se basa en la premisa de que estos jóvenes, recién salidos de la formación académica, son libres durante un fin de semana en San Diego. Esta libertad, irónicamente, se convierte en un catalizador para situaciones al borde del absurdo: desde intentos fallidos de seducción hasta la imprudencia que conlleva el alcohol y la ignorancia de las normas militares. La dirección de Robson mantiene la tensión del suspense en un punto justo, equilibrando las situaciones cómicas con la presentación de los personajes. Aunque el estilo visual es algo predecible, empleando tomas clásicas y una paleta de colores que recuerdan a comedias de los años 60 y 70, esto contribuye a la atmósfera nostálgica que la película busca evocar.

El elenco es, en general, sólido. La química entre los cuatro protagonistas – Lee Marvin, Robert Mitchum, Sam Elliott y Ron Henderson – es el corazón de la película. Cada uno de ellos aporta una personalidad distinta, y sus interacciones, llenas de humor y a veces de tensas disputas, son lo que realmente hace que la película funcione. Marvin, en particular, ofrece una interpretación encantadora como el protagonista, un joven con un deseo latente de romper con las convenciones y buscar su propia felicidad. Mitchum y Elliott, por su parte, interpretan a personajes más cínicos y desilusionados, representando un contraste interesante con la ingenuidad de Marvin. El desarrollo de estos personajes a lo largo del fin de semana es sutil pero efectivo; al final, se observa un ligero cambio en su actitud ante la vida y las expectativas que les impone su futuro en la Marina.

El guion, adaptado de una obra de teatro de John Van dradenburg, presenta algunas lagunas. Aunque las situaciones son creíbles dentro del contexto de la comedia militar, algunas de ellas pueden parecer un poco forzadas o inverosímiles. Sin embargo, la estructura de la historia – un viaje de autodescubrimiento a través de un fin de semana de despreocupación – es sólida y permite a los personajes explorar sus miedos, deseos y ambiciones. El guion no se toma las cosas demasiado en serio, reconociendo la comicidad inherente a la situación y permitiendo que los personajes tomen decisiones impulsivas y a menudo equivocadas. La película, en definitiva, ofrece una mirada refrescante a la comedia militar, alejada de los clichés y buscando el humor en las situaciones cotidianas.

Nota: 7/10