“Cuatro mujeres y un lío” no es una comedia desenfrenada, sino un ejercicio de suspense que te atrapa desde el minuto uno gracias a un planteamiento intrigante y a la habilidad de los directores, Oriol Paulo y Clara Luibán, para construir una tensión palpable. La película, a pesar de las expectativas que pueda generar el título, no se basa en situaciones absurdas y gratuitas, sino en una trama que se va entrelazando con una complejidad que sorprende. La historia de Federico, un hombre aparentemente normal que se ve envuelto en una red de mentiras y secretos, es la base de una película que, a primera vista, podría parecer un thriller convencional, pero que rápidamente se convierte en un juego psicológico que te obliga a cuestionar todo lo que ves.
La dirección de Paulo y Luibán es precisa y metódica, creando una atmósfera claustrofóbica que refleja la desesperación de Federico. El uso del blanco y negro, combinado con planos cerrados y encuadres que generan incomodidad, contribuye a reforzar la sensación de que estamos dentro de la mente de un hombre que está perdiendo el control. No se apelan a clichés ni a golpes visuales llamativos, sino a una construcción lenta y gradual de la sospecha, lo que hace que el impacto de los acontecimientos sea mucho mayor. La música, igualmente, es fundamental para generar esta atmósfera tensa y sugestiva.
Las actuaciones son excepcionales. Roger Rivas, como Federico, ofrece una interpretación magistral, transmitiendo con sutileza la angustia y la confusión de un hombre atrapado en una situación impensable. Su evolución a lo largo de la película es contundente, gracias en gran parte a su capacidad para expresar las emociones más sutiles. El resto del reparto – Marina San José, Paula Prendes, Alexandra Mas y Carme Ruipere – también brillan, aportando personajes complejos y bien definidos, cada uno con sus propios secretos y motivaciones. Las cuatro mujeres son el núcleo de la trama y, aunque su papel inicial pueda parecer limitado, su importancia se revela a medida que avanza la película, revelando conexiones sorprendentes y complejas entre ellas. Especialmente destacable es el trabajo de Paula Prendes, que encarna la ambigüedad y el misterio con una cautivadora naturalidad.
El guion, en manos de Paulo y colaboradores, es el corazón de la película. Se centra en la incertidumbre y la duda, dejando al espectador en un constante estado de suspensión. La trama, aunque aparentemente sencilla al principio, se complica progresivamente, presentando giros inesperados que desafían la lógica y la razón. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones evidentes, sino que se alimenta de la ambigüedad y el juego de espejos. El guion evita caer en simplificaciones y estereotipos, mostrando la complejidad de las relaciones humanas y las consecuencias de nuestras decisiones. Se debe reconocer la inteligencia y la originalidad de la estructura narrativa, que mantiene al espectador enganchado hasta el final. El final, sin embargo, es deliberadamente abierto, lo que puede resultar frustrante para algunos, pero refuerza la idea de que la verdad es relativa y que la percepción es subjetiva.
Nota: 8/10