Cuba libre - Velocipedi ai tropici (1997)

“Cuba Libre - Velocipedi ai tropici” no es simplemente una película; es una experiencia cinematográfica que te envuelve en una atmósfera densa y cargada de simbolismo. La película, dirigida por Marco Pérez, logra plasmar con maestría la dicotomía inherente a Cuba, un país de contrastes gritones donde la belleza natural coexiste con la pobreza y la esperanza con la desesperación. Pérez no se limita a ofrecer un relato de un grupo de italianos intentando replicar “El Ladrón de Bicicletas”; transforma esa premisa en una profunda reflexión sobre la memoria, la identidad y el impacto de la historia en el presente.

La película se beneficia enormemente de las actuaciones sólidas de su reparto. David Riondino, como el líder del grupo, irradia una ambición casi obsesiva, lo que lo convierte en un personaje complejo y, a veces, perturbador. Sabina Guzzanti, con su característico humor sutil y melancólico, aporta un contrapunto perfecto a la intensidad de Riondino. Antonio Catania y Vladimir Cruz completan el elenco, cada uno aportando una matiz distinta a la narrativa. Su interpretación no se limita a imitar, sino a internalizar y reinterpretar la búsqueda, a menudo con un desconcierto sutil que refleja la fragilidad de sus propias aspiraciones.

La dirección de Marco Pérez es notablemente cautivadora. La película despliega una fotografía exuberante, capturando la vibrante paleta de colores y la atmósfera única de Cuba. Sin embargo, más allá de la belleza visual, se aprecia un uso inteligente del color y la composición para subrayar las emociones de los personajes y la narrativa. La filmación con bicicletas como elemento central no es solo una estética estilizada; se convierte en una metáfora poderosa del esfuerzo, la precariedad y la lucha por la supervivencia. El ritmo de la película es deliberadamente pausado, permitiendo al espectador absorber la atmósfera y conectar con las motivaciones de los personajes. Este ritmo, a veces lento, no resulta aburrido, sino que contribuye a la introspección que se busca.

El guion, a cargo de Pérez y Andrea Orfanelli, es quizás el punto más fuerte de la película. No se limita a presentar una aventura cinematográfica, sino que utiliza la búsqueda de una adaptación como catalizador para explorar la vida cotidiana cubana. Las conversaciones entre los personajes, a menudo sobre el cine, la política y la memoria, revelan una complejidad social y cultural que va más allá de la simple anécdota. La película se adentra en temas de descontento, esperanza, y la dificultad de escapar de un pasado que pesa sobre los hombros. La yuxtaposición entre la búsqueda de un sueño cinematográfico y la realidad tangible de Cuba es particularmente efectiva, demostrando cómo la ficción puede reflejar, y a la vez distorsionar, la realidad.

Nota: 8/10