Cyrano de Bergerac (1990)

La adaptación de la obra de Edmond Rostand, 'Cyrano de Bergerac', dirigida por Joe Wright, es una película que, a primera vista, parece un ejercicio de estilismo visual atractivo, pero que al profundizar, revela una historia de amor y auto-sacrificio con una belleza melancólica y a veces dolorosa. Wright, conocido por sus películas con una estética visual impactante, no decepciona en este aspecto, optando por una puesta en escena rica en color, con paisajes impresionantes de la Provenza francesa y una fotografía que resalta la fuerza de la naturaleza y la intensidad de las emociones. Sin embargo, la estética, aunque impactante, no es más que el adorno de una narrativa que, a pesar de sus virtudes, tiene momentos de fragilidad.

La película se centra en la compleja relación entre Cyrano (Peter Dinklage), el genio retórico y espadachín, y Roxane (Rachel Weisz), una joven de gran belleza que está comprometida con Christian (James McAvoy). Dinklage ofrece una interpretación magistral de Cyrano. Su faceta jactanciosa y egocéntrica se entrelaza perfectamente con la profunda vulnerabilidad que el personaje esconde. Dinklage, con su interpretación física y emocional, no solo transmite el ingenio y la brillantez de Cyrano, sino también su inmensa tristeza y el peso de su infortunio. La película se beneficia enormemente de la presencia de un actor tan capaz de comunicar tanto dolor como ironía.

Weisz, por su parte, encarna a Roxane con una delicadeza y una inteligencia palpable. Su confusión entre el amor y el deber, su belleza interior y su búsqueda de un amor auténtico son elementos centrales de la narrativa. McAvoy, aunque a veces un tanto unidimensional en su interpretación de Christian, ofrece una representación convincente de un hombre noble y sincero, aunque, paradójicamente, incapaz de ver la verdadera belleza que reside en el interior de Roxane. La química entre los tres actores es fundamental para la credibilidad de la historia. Las escenas de diálogo son especialmente fuertes, con un intercambio de ideas y emociones que crea una tensión dramática y una atmósfera íntima.

El guion, adaptado de la obra teatral, se mantiene fiel a la esencia de la historia, pero se simplifica en algunos puntos. Si bien la complejidad del personaje de Cyrano se conserva, algunos de los matices y las reflexiones filosóficas del original se pierden en la traducción cinematográfica. A pesar de esto, la película logra transmitir el mensaje central de la obra: el amor verdadero es un sacrificio, la belleza interior es más importante que la exterior, y la fealdad física no impide la grandeza del espíritu. La dirección de Wright, aunque en ocasiones un poco convencional, logra mantener el ritmo de la historia y crear momentos de gran intensidad emocional. Sin embargo, la película podría haber profundizado más en la exploración de la identidad y la auto-aceptación de Cyrano, ofreciendo una visión más completa de su lucha interna.

La banda sonora, con melodías evocadoras de la Provenza, complementa a la perfección la estética visual de la película y refuerza la atmósfera melancólica y romántica de la historia. En definitiva, ‘Cyrano de Bergerac’ es una adaptación visualmente atractiva y con interpretaciones sólidas, pero que, en última instancia, se queda en la superficie de una historia que podría haber sido mucho más rica y profunda.

Nota: 7/10