“Cyrus” es una de esas películas que, en su lejanía, cobra un protagonismo inesperado. No es un despliegue grandilocuente de acción o drama, sino una observación delicada y, a veces, melancólica de la soledad, el amor fugaz y la dificultad de conectar en un mundo cada vez más superficial. La película, dirigida por Lone Scherfig, se centra en John, interpretado con una vulnerabilidad palpable por Michael Fassbender, un hombre consumido por la ruptura con su ex-esposa y la sospecha de que ella está a punto de empezar de nuevo. Fassbender, con su habitual intensidad, transmite de forma magistral la desesperación y la incomodidad de un hombre que se siente perdido. Su actuación es el eje central de la narrativa y le da una gran solidez a la historia.
La entrada en escena de Molly (Gemma Arterton) es un soplo de aire fresco, y la química entre Fassbender y Arterton es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Molly es un personaje complejo y contradictorio: atractiva, divertida, pero con una profunda sensación de vacío que la impulsa a buscar la felicidad en relaciones superficiales. Arterton captura la fragilidad y la necesidad de Molly con una sutileza admirable, ofreciendo una interpretación que va más allá de la mera belleza física. La relación que se desarrolla entre John y Molly es inicialmente cautivadora, rebosante de tensión sexual y un deseo palpable, pero también se muestra con las incomodidades y las dudas que inevitablemente acompañan a cualquier encuentro inesperado. El guion, adaptado de un guion de Charlie Kaufman, no rehúye la ambigüedad emocional. No ofrece respuestas fáciles ni conclusiones definitivas, lo que permite al espectador reflexionar sobre la naturaleza del amor y las conexiones humanas.
La dirección de Lone Scherfig es precisa y elegante. Evita los clichés del melodrama y se centra en la construcción de atmósferas, utilizando la fotografía de Jasper Wolf para crear una sensación de nostalgia y melancolía. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección la imagen y refuerza el tono reflexivo de la película. Sin embargo, el guion, aunque inteligente y lleno de matices, en ocasiones recurre a situaciones un tanto exageradas, que pueden parecer forzadas. La introducción de Cyrus (James Wood) como obstáculo en la relación entre John y Molly, si bien añade un elemento de conflicto, a veces parece un artificio narrativo que resta naturalidad al desarrollo de la trama. La película se beneficia de un ritmo pausado que permite al espectador sumergirse en el mundo de sus personajes. No hay prisa por resolver la historia, y la lentitud, en este caso, es una virtud.
En definitiva, "Cyrus" es una película interesante y provocadora que, más allá de su premisa romántica, invita a la reflexión sobre la soledad, la búsqueda de la felicidad y la dificultad de conectar con otros seres humanos. No es una obra maestra, pero ofrece una experiencia cinematográfica satisfactoria y que permanece en la memoria. Es una película para disfrutarla con calma, acompañada de una buena conversación y una taza de café.
Nota: 7/10
