“Daaaaalí!” de Alex de la Iglesia es una película que se ofrece como una jaula de observación meticulosamente construida alrededor de la figura de Salvador Dalí. La película no intenta, ni siquiera se atreve, a ofrecer una biografía tradicional; en cambio, se sumerge en un bucle temporal donde la joven periodista francesa, interpretada por Adèle Exarchopoulos, se encuentra reiteradamente con el artista en diferentes momentos de su vida, desde sus inicios hasta su apogeo y declive. Esta estructura no es un simple recurso narrativo, sino una herramienta para examinar la obsesión, la vanidad y la búsqueda incesante de Dalí por la inmortalidad, reflejada en la insistencia de la periodista de documentarlo.
La dirección de de la Iglesia es, como es habitual en su filmografía, una exhibición de virtuosismo técnico y estilístico. Se adentra en un universo visual caótico y delirante, recreando meticulosamente el ambiente surrealista de Dalí, desde sus paisajes oníricos hasta sus objetos extraños. La película está saturada de imágenes impactantes, efectos especiales sorprendentes y una banda sonora inquietante que amplifican la atmósfera de inestabilidad y la sensación de que algo no encaja. Sin embargo, no es solo una cuestión de estilo; de la Iglesia utiliza estos recursos para subrayar el estado mental fragmentado y la búsqueda de Dalí por escapar de la realidad. La película se convierte en una visualización de su subconsciente, una disección de su mente.
Adèle Exarchopoulos ofrece una interpretación excepcional como la periodista. Su personaje no es una narradora omnisciente, sino una observadora frustrada, atrapada en un ciclo de entrevistas y decepciones. Su mirada, a menudo cargada de incredulidad y cansancio, captura la exasperación de alguien que intenta comprender a un hombre que se evade constantemente de la razón y la lógica. Su actuación es sutil pero poderosa, transmitiendo tanto la frustración personal como la fascinación por la figura de Dalí. La química entre Exarchopoulos y la interpretación del actor que da vida a Dalí, proporcionada por un actor anónimo que nunca aparece en pantalla, es crucial para el éxito de la película. La incomunicación palpable entre ellos intensifica la sensación de un hombre inalcanzable y una mujer incapaz de romper su barrera.
El guion, en manos de de la Iglesia, explora la ambivalencia de Dalí: un genio creativo, sí, pero también un ególatra, un manipulador y un hombre que se veía a sí mismo como superior. La película no intenta juzgar a Dalí, sino que lo presenta en su complejidad, mostrando sus momentos de lucidez y sus episodios de delirio. El guion evita las simplificaciones y nos obliga a confrontar la contradicción fundamental de su personalidad. A pesar de la naturaleza bucólica de la estructura temporal, el guion mantiene un ritmo vertiginoso y una tensión constante, llevando al espectador a cuestionarse la naturaleza de la realidad y la verdad. Es una película que se queda con el espectador mucho después de que termina, planteando preguntas sobre la importancia de la autenticidad, el arte y la obsesión.
Nota: 8/10