Daddy Longlegs (2010)

“Daddy Longlegs” no es una película que te acaricie la moral, ni te ofrezca soluciones fáciles a la desorientación paterna. Abel Ferrara, director y guionista, nos entrega un retrato crudo y perturbador de la crisis existencial de Lenny (Ronald Bronstein), un hombre atrapado en una espiral descendente en el corazón de Nueva York. La película se centra en la visita a un pequeño pueblo rural y, a partir de ahí, se convierte en un torbellino de violencia y anarquía, un descenso a lo absoluto que no busca la justificación, sino que nos sumerge en la confusión y la desesperación de su protagonista.

Bronstein ofrece una actuación magistral, casi silenciosa pero profundamente expresiva. Su Lenny es un hombre roto, incapaz de establecer una conexión genuina con sus hijos, Sage y Frey, interpretados de manera convincente por Eléonore Hendricks y Lee Ranaldo. La relación entre Lenny y sus hijos es palpable, cargada de una incomunicación que se manifiesta en miradas fugaces, gestos vacíos y la imposibilidad de romper el hielo. La película no explora la dinámica familiar en detalle, sino que la deja como una promesa incumplida, un reflejo del caos que consume a Lenny. El resto del reparto, con figuras como la perturbadora Olivia Hussey, complementa la atmósfera opresiva con interpretaciones que oscilan entre la locura y el abandono.

Ferrara, conocido por su estilo particular y a menudo confrontacional, despliega una dirección precisa y claustrofóbica. La película se siente como un episodio de una serie antológica, con escenas que, aunque breves, se quedan grabadas en la memoria. La fotografía de David Krantz, oscura y granulada, contribuye a la sensación de desorientación y opresión. La paleta de colores limitada, dominada por tonos grises y negros, refuerza la atmósfera de desesperación. Pero no se trata solo de imagen: el sonido, con sus ruidos estridentes y la música inquietante, juega un papel fundamental para generar tensión y anticipar el próximo destello de violencia.

El guion, aunque aparentemente simple en su planteamiento, es intrincado y lleno de simbolismo. El viaje a lo rural se convierte en una metáfora de la pérdida de control, un escape tentativo de una realidad que Lenny no puede afrontar. La película no ofrece respuestas, sino que se centra en la experiencia sensorial y emocional del protagonista. El final, abrupto e ineludible, no es una concesión a la resolución, sino una confirmación de la inevitabilidad del desastre. "Daddy Longlegs" es una película difícil, que exige atención y no se entrega fácilmente. Es un trabajo introspectivo y perturbador que, lejos de ofrecer consuelo, confronta al espectador con las zonas oscuras de la condición humana.

Nota: 7/10