Darkman (1990)

“Darkman” de Sam Raimi es una joya olvidada del cine de terror-acción de los 90, una película que, a pesar de sus evidentes influencias y su apariencia de "B" de bajo presupuesto, alberga una sorprendente profundidad y una atmósfera inquietante que la hacen más memorable de lo que su clasificación sugiere. La película, lejos de ser un simple cuento de venganza, explora temas de responsabilidad, la fragilidad de la identidad y las consecuencias del conocimiento científico, elementos que se entrelazan con maestría a lo largo de su duración.

Sam Raimi despliega su sello distintivo: una dirección frenética, una estética visual exuberante y un uso creativo del maquillaje. La transformación de Eric Vancroft (interpretado por Liam Neeson) en el Darkman es, sin duda, el punto culminante de la película. La evolución del maquillaje, que va desde un esqueleto destrozado y grotesco hasta una figura imponente y amenazante, es un logro técnico admirable y una demostración del talento de los maquilladores. No se trata solo de una transformación física, sino de una metamorfosis completa que representa la pérdida de la humanidad y el nacimiento de un ser consumido por la venganza. Raimi no rehúye los efectos especiales, que, aunque a veces crudos y llamativos, contribuyen a la sensación de inquietud y a la ambientación de una historia que se mueve entre el humor negro y el terror genuino.

Liam Neeson, en un papel que le permite mostrar su versatilidad, ofrece una interpretación convincente como el científico brillante y vulnerable, Eric Vancroft. Su retrato de un hombre arruinado por la tragedia y atormentado por la pérdida, genera empatía en el espectador. La película también cuenta con actuaciones sólidas de Barbara Hershey como la Dra. Amelia Sachs, una psicóloga que intenta ayudar a Vancroft a reconectar con su humanidad, y Robert Blake como el detective Ben Fields, un personaje secundario memorable por su humor sarcástico y su actitud desconfiada. El juego de tensión entre Neeson y Hershey, y entre Neeson y Blake, es una de las fortalezas narrativas de la película.

El guion, aunque por momentos predecible, mantiene un ritmo sostenido y presenta una estructura narrativa interesante. La trama se centra en la venganza del Darkman, pero también explora las implicaciones morales de sus actos y las consecuencias de la obsesión con el poder y el conocimiento. Aunque la premisa básica recuerda a “El Proyecto de la Bruja de Blair”, Raimi logra evitar la repetición, ofreciendo una experiencia única. La película plantea interrogantes sobre la naturaleza de la justicia, el precio de la venganza y la búsqueda de la redención, temas que resuenan más profundamente de lo que se podría esperar de una película de bajo presupuesto. La fina línea que se dibuja entre el bien y el mal, y la complejidad de la motivación del Darkman, son elementos que permanecen en la mente del espectador después de que las luces se encienden.

Nota: 7/10